«Una conversación pendiente», un mano a mano entre Ingrid Betancourt y Juan Manuel Santos conducido hábilmente por el escritor Juan Carlos Torres, es una obra densa, y no sólo por sus 543 páginas. El libro editado por Planeta trata muchas cuestiones, algunas de ellas muy locales, que a un lector que no es colombiano le pueden parecer alejadas. Y hay que leerlo con un diccionario castellano/colombiano por la abundancia de expresiones típicas de Colombia y que no siempre son fáciles de entender para un hispanohablante que no es de esa zona.

Pero es, sin duda, un libro muy interesante. Empezando por sus protagonistas, una mujer que sufrió un cautiverio de más de seis interminables años en manos de la guerrilla, y el hombre que participó, como ministro de Defensa, en la operación Jaque (fruto de «pensar lo impensable»), que la liberó junto a otros rehenes, para luego implicarse personalmente, ya como presidente de Colombia, en un diálogo con las Farc, por el que fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz. Es menos conocida su aportación a la lucha contra el cambiio climático, al ser el primer impulsor de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Es una obra sobre Colombia, «una nación a pesar de sí misma», según la definición del historiador David Bushnell, y que según los participantes en el libro siempre «resuelve las diferencias a través de la violencia».»Con tantos muertos, tendríamos que haber aprendido a construir puentes sobre nuestras diferencias», se lamentan

Sobre dos personas, curiosamente mucho más reconocidas y apreciadas fuera que dentro de Colombia (haciendo valer eso de que nadie es profeta en su tierra), y con opiniones, generalmente, intercambiables. A menudo, se leen frases que el lector no distingue si son de una o de otro.

Es un libro sobre cómo lograr la paz, que «no es un concepto, ni una opción política, ni una ideología», sino «un estado de gracia, una relación con el otro, un don».

«La paz es una relación con el otro, y todas las relaciones tienen la facultad de transformarnos y de cambiar al otro», añaden, subrayando que «el perdón es una disciplina del alma»

«En todo proceso de paz hay unas normas mínimas que deben cumplirse, sin las cuales es imposible adelantar los diálogos en medio de la guerra y, mucho menos, contar con el aval y el apoyo de países garantes», explican los autores, que no obstante reclaman que no haya impunidad para quienes han «sacrificado tantos seres humanos sobre el altar de su ideología».

Y realismo: «ninguna guerrilla que crea que tiene opción de ganar el poder de las armas se va a sentar a pactar su disolución», «ningún subversivo firma un acuerdo de paz para irse a la cárcel».

La principal lección es que «las guerras se ganan no cuando se elimina al enemigo, ni cuando se le humilla, sino cuando se logra la paz». Tambien, que «nadie está seguro hasta que todos estemos a salvo».

Es un libro sobre la política, con grandes lecciones: «cuando un régimen no tiene una verdadera oposición, florece la corrupción», y «hacer política se convierte en algo así como pertenecer a una secta».

También, sobre cómo el narcotráfico «se había convertido en la única manera de democratizar la riqueza», porque «todos los buenos negocios los tiene la oligarquía», aunque luego se transforme en «la dictadura del crimen organizado aliado con la política y la corrupción».