‘Antonio y Cleopatra’, Las leyes de la atracción

24/09/2021

Luis Martínez del Amo. José Carlos Plaza retorna al drama shakesperiano con una gran puesta en escena.

Antonio y Cleopatra, un shakespeare muy cinematográfico, de escena corta y gran recorrido argumental, limita su eficacia, en este montaje de José Carlos Plaza, con Ana Belén y Lluís Homar al frente del reparto, precisamente por la elección de su protagonista, femenina para más señas, Ana Belén; notable en el dominio de la palabra, aunque lejos ya poder encarnar el máximo atractivo sexual que ayudó a la reina egipcia a rendir a sus pies a lo más granado del poder romano.

Un inconveniente que resta, a pesar del buen resultado final, atractivo e interés a la obra, que ahora, tras su paso por Almagro y Mérida, recala en el madrileño Teatro de la Comedia —huelga de los técnicos, mediante— en montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que dirige el propio Lluís Homar, impecable como intérprete en esta función.

Todo impulsa hacia el éxito en este montaje que Plaza, gran especialista en Shakespeare, retoma, tras un primer abordaje en 1996. En primer lugar, el texto original, que el inglés saturó de vívidas acciones, distribuidas en mil y una localizaciones y giros de trama, articuladas en cortas escenas.

La escenografía, en segundo lugar, sobria y eficaz, reducida a un metálico fondo, donde se reflejan luces y sombras de la trama. En suma, el vestuario, la iluminación y la música, bien dispuestos todos ellos; un potente elenco, compuesto por Ernesto Arias, Javier Bermejo, Rafa Castejón, José Cobertera, Elvira Cuadrupani, Israel Frías, Carlos Martínez Abarca, Luis Rallo, Olga Rodríguez y Fernando Sansegundo; sin olvidar la expresiva y ponderada adaptación del escritor Vicente Molina Foix, que, sin estridencias, logra succionar el tuétano del original isabelino.

Y, sin embargo, cabe preguntarse. ¿Adónde habría escalado la función si no se hubiese hurtado al público las maniobras de conquista de la egipcia en toda su plenitud?

Sagazmente, Ana Belén no intenta ese acercamiento sexual. Y confía su interpretación a otras armas, la inteligencia, el humor, un fino punto de vista actual; a través de la palabra, principalmente, aunque sin excluir el uso de un cuerpo, en buena forma, por lo demás.

Un paseo, en suma, por los destrozos que deja el enfrentamiento entre el amor y el deber, que solo se hace largo en el tramo final de sus tres horas de duración.

Muy recomendable, pese a todo.

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