Otro debate nuclear, bajo la sombra amenazadora de Putin

10/11/2021

Hernando F. Calleja.

En unas veladas muy interesantes que organizaban los fundadores del  Círculo de Empresarios, en las que ellos, los empresarios, y nosotros, los periodistas hablábamos en el más severo y cumplido off the record, José María López de Letona, que había sido ministro de Industria con Franco y todavía no había llegado a la gobernaduría del Banco de España, nombrado por Suárez, nos contó con enorme regocijo lo que le había dicho al General, cuando éste, en pleno consejo de ministros, le interpeló sobre las repercusiones que tendría para España el estallido de la primera crisis del petróleo. Era octubre de 1973 y su respuesta fue, más o menos que el embargo de la Opep y el encarecimiento de los precios del petróleo no iban a afectar en absoluto a España, porque la tradicional amistad con los países árabes nos garantizaba el suministro y a unos precios inferiores a los que regían en los mercados internacionales. Entre risas acababa su historia.  Cesé como ministro en enero de 1974.

Me ha venido a la memoria esta anécdota a propósito de la nueva conjura de los necios  que se empeñan en asegurar que la crisis energética en la que estamos inmersos es cosa de unos meses y que la inflación que comienza a jorobarnos será un pasaje fugaz. Qué quieren que les diga, me mosquea esa rara unanimidad sobre este asunto. Me inquieta que, como todo va a ser una tormenta en un vaso de agua, nadie adopte ninguna medida por si acaso la situación se prolonga. Y no se me escapan las declaraciones de la poliministra Teresa Ribera a su regreso de Argelia, cuando invocaba la tradicional amistad con Argelia, nuestro primer suministrador de gas.

Para ser justos, sí hay quien piensa en la posibilidad de que esta situación se prolongue y, por ende, se agrave. Por ejemplo Emmanuel Macrón,  presidente de Francia, un país que aprendió la lección de las viejas crisis del 73 y del 79 y se buscó la vida en donde podía hacerlo para asegurar una independencia energética envidiable, de la que varios países cortos de recursos, como España, también nos beneficiamos, aunque parece que nos repugna.

El presidente francés acaba de pronunciar un discurso en que ha anunciado que se construirán nuevos reactores nucleares, para asegurarse la suficiencia energética de un país que no renuncia a la descarbonización, pero no se tira a la piscina sin cerciorarse de que hay agua en ella, sabiendo que el encargado de llenarla es un tipo como Vladimir Putin, entre otros de la misma calaña.

La energía nuclear suministra en Francia el 75 por ciento de sus recursos energéticos y el debate nuclear no es la primera preocupación del país. No obstante, Macron, al iniciar su mandato, se propuso reducir el aporte nuclear al 50 por ciento de las necesidades de energía, por empatía con la eliminación de todas las centrales nucleares de Alemania, que anunció Merkel. Ahora, en un gesto de realismo, rectifica, verbo que casi ningún político sabe conjugar.

Leo mis últimas facturas de la luz. En ellas me dicen que la comercializadora de referencia obtiene el 39,3 por ciento de su mezcla de producción de la energía nuclear. Después de muchos años de demagogia y desconocimiento, estamos en una mezcla nacional de producción en la que lo nuclear aporta el 22,8 por ciento del total. Son los datos. Abramos de nuevo el debate, con una mirada más experimentada y penetrante, aunque sea bajo la amenazadora sombra de Putin.

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