Fotos: Sergio Parra

Nao d’Amores, compañía especializada en teatro prebarroco, monta con esta Numancia, obra de Miguel de Cervantes, un exquisito artefacto, que, con elegancia y virtuosismo, y sobre la base de una cuidada partitura musical, aúna un hábil uso de los elementos escénicos, como el cuerpo y la palabra, al servicio de una liturgia, popular y hondamente teatral, sobre el texto cervantino, muy inferior a otros del mítico escritor.

La compañía, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y junto a actores como José Luis Alcobendas, pone en escena por primera vez, dentro del repertorio de la CNTC, esta Numancia de Cervantes, con la dirección de Ana Zamora y la dirección musical de Alicia Lázaro.

Una obra que, en esencia, se acerca a los últimos días vividos por los habitantes de la legendaria ciudad celtibérica, Numancia, quienes, cercados por el ejército romano, prefieren morir a rendirse al asedio del general Escipión, durante la campaña de conquista de la Península Ibérica durante el siglo II a.C.

Cervantes construye su tragedia con escenas, que, espigadas por los de Nao d’Amores, reviven la terrible situación de acoso, marcada por el hambre y desesperación, que sufren en sus últimos días los numantinos.

Un itinerario escénico jalonado de música y sonidos, cuyo hondo arraigo popular consigue filtrarse hasta el tuétano de los espectadores, mientras los actores evolucionan por los palcos, el escenario y el patio de butacas, representando la tragedia, mediante una virtuosa puesta en escena, que levanta en décimas de segundo sugestivas imágenes, compuestas poco más que con el cuerpo de los actores, y alguna pincelada de luz, desde el movimiento de un animal, hasta el suicidio de un numantino, pasando por fantasmas, un coro de mujeres —donde no las hay— y un sinfín de situaciones, que, en suma, encandilan al espectador.

Depuradísimas formas, que siempre con aparente sencillez, se van levantando sobre el escenario, al son de la música, para conformar una suerte de carnaval o liturgia milenarios, muy arraigados en el solar ibérico.

Y donde también destaca la palabra, accesible siempre, a pesar de los arcaísmos, de un texto como el cervantino, anterior al Siglo de Oro, y donde nadie espere encontrar la fastuosa imaginería de Calderón, ni la hábil carpintería teatral de Lope, ni el hondo humorismo con que el propio Cervantes dio vida a su universal Quijote, sino tan solo la sumaria descripción, y alguna alegoría, de quienes padecieron el asedio a la ciudad de Numancia.

Recomendable.