El Duque de Windsor en Barcelona

31/10/2011

Carmen Duerto. Dado que no pudo ser rey a su imagen y semejanza, el duque de Windsor eligió vivir la vida alegremente y gastar su fortuna en hacer lo que mejor sabía; vivir divinamente. Ni él ni su esposa, Wallis, conocieron el perfil bajo o la sencillez.

Ambos se convirtieron en iconos de su época y de las venideras. Crearon tendencias en forma de vivir, de comportarse y hasta de vestirse. Eduardo Windsor impuso sus gustos en una sociedad poco dada a las innovaciones en el vestir masculino. Introdujo el traje de chaqueta azul oscuro en los eventos nocturnos, ya que la luz eléctrica conseguía mejor efecto visual que el hasta entonces clásico negro. Se hizo colocar, en los bolsillos de las chaquetas, unos pequeños depósitos de agua para que, las flores que allí se colocaba, le durasen frescas el tiempo que las lucía. Puso de moda la chaqueta esmoquin con solapas chal, la raya diplomática en los trajes combinados con zapatos de ante marrón, la vuelta en los pantalones y los calcetines con dibujos y colores llamativos, que se combinaban con la corbata o la pochete.

Hasta el 17 de noviembre se podrán admirar nueve trajes del duque de Windsor en la tienda Santa Eulalia de Barcelona, por cortesía de la firma de sastrería italiana Kiton.

Dicen que, el que fue el rey durante once meses, Eduardo VIII, fue un hombre seductor, elegante y de carácter amable. A lo que habría que añadir buen vividor. Desde luego, él y su mujer en la actualidad serían los más buscados de los “fotocoles”. Era, según la prensa de la época, “el hombre que todos los hombres querían ser y con el que todas las mujeres querían casarse”.

Mientras que el resto del mundo disfrutaba con la puesta en escena de ese matrimonio singular y se rifaban su compañía, en su rancia familia victoriana estarían sonándoles los oídos sin parar porque los Windsor nunca bajaron la guardia de sus extravagancias y forma de vida que hoy resultarían clásicos y refinados pero nada “locos”, como seguramente les hicieron sentir sus reales parientes. Sin duda, el Duque de Windsor contribuyó de forma decisiva a que el resto del mundo sufriera una acusada fiebre de anglomanía. Los atrevimientos del que podría llamarse charming prince no sólo marcaron su tiempo, sino que le llevaron a convertirse en todo un icono de la historia de la moda masculina.

El 27 de febrero de 1998, tuvo lugar una subasta en Sotheby’s de Nueva York, se ponían a la venta una colección de trajes que habían pertenecido al duque de Windsor y que eran un ejemplo de ese estilo que marcó una época en la sastrería masculina. Ciro Paone, fundador de la manufactura italiana Kiton, se adjudicó el lote..

En la colección que puede verse estos días en Barcelona, hay algunos trajes muy especiales. Los dos trajes que vistió el día de su boda con Wallis Simpson; dos elegantísimos frac de color azul, en vez de negro, porque el azul, bajo la luz eléctrica, era más negro que el propio negro. También se puede ver un traje de golf; un original kilt escocés y un blazer cruzado navy con pantalón a juego, ideal para embarcarse en los cruceros. Entre las características de su estilo destacaban el cuello Windsor cut away en la camisa, el nudo de corbata Windsor y las chaquetas con poca entretela, desestructuradas y con hombreras muy ligeras

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