Un balance desigual

29/12/2021

Luis Díez.

La competición entre los picos de oro de la derecha por ver quién insulta y descalifica más y mejor al Gobierno ha sido una de las novedades principales de la política doméstica del año que termina. Dejando al oscuro jefe de la ultraderecha con su discurso judicial, condenatorio, de odio hacia los diferentes, los inmigrantes pobres y las mujeres libres, iguales y con los mismos derechos que los hombres, la competición entre el líder del PP, Pablo Casado y su correligionaria, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, nos ha deparado un entretenimiento impagable. Los epítetos del primero contra un presidente del Gobierno que poco menos mete piedras en la mochila escolar de un niño catalán, viola al crío de Juana Rivas o prostituye a niñas inmigrantes en Mallorca, compiten con las expresiones de su amenazadora adversaria interna, culpando al maladado Pedro Sánchez de todo lo malo que ocurre en Madrid, llamando “izquierda caviar” a los socialistas, “neardentalense” a Unidas Podemos y “pija y fea” a la dirigente de Más Madrid, Mónica García. Los asesores de esos dos competidores merecen el premio chusco por divertir a la plebe desde el circo bocal de sus señoritos. Y es de esperar que así sigan el próximo año.

El 2021 acaba con ese pobre balance de un PP que ya ha empezado a sustituir la muleta de Ciudadanos, en proceso de extinción, por la alianza con la ultraderecha, como veremos en Castilla y León próximamente. Los del “no a todo” han sumado cero puntos en la salida de la crisis del coronavirus, la mayor pandemia del siglo XXI (de momento), en contraste con la apreciable puntuación del Gobierno progresista, el primero en proponer y sacar adelante el plan de relanzamiento común de la economía en el seno de la Unión Europea. Aunque insistan en tratar a Pedro Sánchez como a un don nadie, un inútil, un presidente pernicioso para España, un traidor que ha pactado con los enemigos de la patria, la plebe española y europea le observa y aprecia como un dirigente laborioso y esforzado que ha sobrevivido a mucha mala leche, ha construido su propia épica y lo que es más importante: dirige con acierto el país. Así lo ha demostrado no sólo ante la desgracia del coronavirus, sino también ante las acechanzas separatistas en Cataluña y la restitución de la convivencia también en Euskadi tras la desparición de ETA.

A pesar de las desgracias del coronavirus y de los daños económicos provocados por los fenómenos naturales y artificiales (como la subida del precio de la producción de electricidad), resulta difícil negar los avances sociales conseguidos con el Gobierno progresista por primera vez en más de una década. El año comenzó con la aplicación de la ley de renta básica a las familias más necesitadas, más de 800.000 personas que desvivían por debajo del umbral de la pobreza, y termina con el acuerdo de los Sindicatos, la Patronal y el Ejecutivo sobre un nuevo marco de relaciones laborales más justo y equilibrado que pone fin a una reforma laboral impuesta contra los derechos de los trabajadores por la mayoría absoluta del PP sin más consenso que el de Rajoy y sus bien premiados y mejor pagados asesores. Año también de leyes sociales pioneras en Europa: la del teletrabajo y la regulación contractual de los mensajeros o riders desamparados y autoexplotados.

Con el empleo en fase ascendente, los retos para 2022 se cifran en el impulso tecnológico e industrial, preservando y mejorando el medio ambiente, y en la modernización y digitalización de la economía. El fondo europeo de reconstrucción y resiliencia (palabra indigerible de la psicología) no es la gran bicoca, sino una oportunidad extraordinaria de acertar en la construcción de un país más moderno, capacitado y mejor, sin las penurias sufridas antaño por las sucesivas reconversiones industriales. La era del byte, con sus enormes posibilidades, nos indica que el que bosteza queda atrás. España (su presidente, Pedro Sánchez) ocupará en el segundo semestre del año la presidencia de la UE, una renovada oportunidad de que nos conozcan más europeos y nos conozcan mejor y, como decían aquellos intelectuales de la Generación del 98, de “españolizar Europa”. Amén. Feliz y próspero año nuevo.

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