Malos y buenos principios

05/01/2022

Hernando F. Calleja.

Tras los balances, los augurios. En algún tiempo y en algún lugar, cuando los Gobiernos mantenían cierto respeto por algo que no hubieran hecho ellos mismos, hablábamos de previsiones. Ahora nos arreglamos con presagios, vaticinios, agüeros, presentimientos o pronósticos que, en cuanto ven la luz son ferozmente rebatidos desde el Ejecutivo, si no coinciden cabalmente con los suyos. No se trata de desprecio intelectual y mucho menos de contradicción fundada. Es ocupación del espacio o, simplemente, poder.

Así que todas las cábalas que insisten en que 2022 no va a ser un año para tirar cohetes, son desautorizadas de un plumazo por alguien del Gobierno. Véase el lamentable artículo del pasado martes de la vicepresidenta primera en un diario económico impreso, titulado humildemente Una oportunidad histórica, en el que no hay ni una solo línea, de las trescientas noventa y tantas que tiene el texto, en las que se aprecie una mínima rectificación ni siquiera una sola duda. Sin nosotros, el diluvio.

Todo lo han hecho bien y lo van a hacer aún mejor, en responsabilidad fiscal, justicia social y reformas estructurales progresistas, que son el eje de la política económica del Gobierno. De poco vale que su incapacidad para administrar arroje un saldo de déficit insalvable, a pesar de la mejora de la recaudación; menos aún fijarse en la acumulación de deuda para lograr un crecimiento mermado. De poco vale que suban los impuestos a granel a partir del primero de año. De poco vale que su reforma estructural progresista y, por supuesto, histórica de las relaciones laborales cree impedimentos más que formales para la creación de empleo. De poco vale que el chalaneo de las pensiones, no solo por parte del inefable Escrivá, se convierta en otro obstáculo para los empresarios…

La vicepresidenta que era segunda, desde que ascendió a primera ha cambiado de talante. Presumíamos que era una tecnócrata, pero solo era una cuestión de nivel administrativo. Ahora se revela como una política que lucha con denuedo por el poder con la vicepresidenta segunda, también ascendida. Al principio de este duelo nos engañamos. Calviño parecía querer contener la hiperactividad de Díaz. Pero ya no. Ahora busca sus propios resplandores, aunque sea a costa de la credibilidad que se le atribuía al principio de su mandato.

Después de su viaje alucinógeno por un país inexistente, de la mano de Alicia, Calviño despertó y el dinosaurio todavía estaba allí. (Perdón Monterroso por el plagio).

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