Campaña en verso, gobierno en prosa

01/11/2011

Luis Díez.

Decía la ex primera dama de Estados Unidos y actual secretaria de Estado, Hillary Clinton en respuesta a los bellos discursos de su contrincante demócrata, Barack Obama, que “se hace campaña en verso, pero se gobierna en prosa”. La poesía agrada y el pragmatismo es prosa. Obama le gana la nominación y después triunfa en las elecciones. Y Hillary se apresta a colaborar con él para tranquilizar a los pragmáticos. En la campaña electoral en España para los comicios del 20-N, que empieza el sábado del corriente, las divinas palabras acariciarán nuestros oídos hasta el punto de parecernos poesía en el sentido figurado y más agradable del término.

De antemano sabemos que los candidatos con mayores posibilidades de erigirse en jefes de Gobierno, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba carecen del discurso poético de Obama. Su carisma se puede medir en milímetros; poseen un gran futuro por detrás –ambos han sido vicepresidentes de gobierno y ministros de varios negociados–; son pragmáticos y moderados. Sin embargo saben que es ahora cuando toca aplicar el dicho de Gabriel Celaya –“la poesía es un arma cargada de futuro”– y nos regalan unos discursos tan prometedores y llenos de mejoras que da gloria oírles.

Por supuesto que Rubalcaba implantará la austeridad en el manejo de los recursos públicos, combatirá el fraude fiscal, aplicará la equidad, sacará a gorrazos los capitales tumbados a la bartola en los paraísos fiscales y atenderá mejor a los más desfavorecidos y necesitados. Con él de presidente de Gobierno estarán garantizados los servicios públicos y las prestaciones del Estado del bienestar que afanosamente hemos ido construyendo, y la paloma de la paz tras el fin de ETA volará más alto.

Con Rajoy, las rentas del capital pagarán menos impuestos, los beneficios empresariales tendrán mejor trato fiscal, el desempleo se reducirá del 22 al 12% –2,5 millones de parados como mucho– y el país en su conjunto desvivirá mucho mejor. El dirigente del PP ha prometido “devolver la felicidad” a los españoles. ¿No me negarán que no es poético? La felicidad, según Immanuel Kant, es un producto ideal de la imaginación. Pronto, como propuso Nicolás Sarkozy, los indicadores económicos incluirán el grado de felicidad de la gente, o como manifestó David Cámeron, además de dinero en nuestros bolsillos meterán alegría en nuestros corazones.

Cierto es que siempre habrá poetas puñeteros, empeñados en combatir los ideales con su prosa cartesiana. El cronista conoció a uno que afirmaba lapidariamente: “Para estar peor de lo que estamos ahora, habrá que remontarse a los tiempos venideros”. Se llamaba Carlos Álvarez. Y conoció a otro, José Bergamín, que segregaba unos aforismos atroces: “Se acabó lo que se daba, lo que se quitaba, no”. Pero eso será cuando acabe la campaña electoral y los ganadores se vean obligados a gobernar en prosa.

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