España frente al belicoso Putin

27/01/2022

Luis Díez.

Poco puede hacer España para evitar la guerra en Ucrania si el coloso ruso decide plantar sus zarpas sobre Kiev. La evidencia no se discute. Pero sí debe actuar con prudencia y lealtad a los socios de la Unión Europea y a los aliados de la OTAN. La prudencia es una virtud cardinal, perfectamente ignorada por algunos aliados, y la lealtad se convierte en escaqueo cuando hay problemas. Sin citar a británicos ni croatas, ejemplos calamitosos hay de ello.

El Gobierno español entiende que los instrumentos ante la amenaza militar rusa sobre Ucrania han de ser las cuatro D: “diplomacia, desescalada, distensión y disuasión”. Así lo dijo el martes el ministro de Asuntos Exteriores en la comisión correspondiente del Congreso. “Apostamos por el diálogo, la solución pacífica de los conflictos y el respeto del derecho internacional”, afirmó José Manuel Albares antes de referirse a la unidad registrada en el Consejo de Ministros de Exteriores de la UE para exigir a Rusia que respete la soberanía e integridad territorial de Ucrania.

En el capítulo de evidencias anotó Albares que el conflicto en Ucrania afecta a la seguridad europea y “nos afecta directamente”. Lo que está ocurriendo desde hace varios meses, y con mayor intensidad en las últimas semanas, es una concentración de militares y armamento en las fronteras rusa y bielorusa con Ucrania que no tiene justificación. Todo ese despliegue de material ofensivo (carros de combate, artillería, baterías de misiles y 175.000 efectivos, según la prensa de Kiev) se produce mientras el presidente Vladímir Putin, que ya en 2014 se apoderó de Donbass y de la península de Crimea, a cuyas bases navales ha trasladado parte de la flota del Báltico, plantea unas demandas crudas, duras y difíciles de digerir por la OTAN.

Quiere Putin que Estados Unidos y la OTAN garanticen que Ucrania “nunca” ingresará en la Alianza Atlántica, que ese país de más de 40 millones de habitantes jamás participará en ejercicios militares conjuntos con los aliados occidentales, pide la retirada del despliegue militar de la OTAN de todos los países de la antigua órbita soviética desde 1997, lo cual afecta especialmente a Polonia, y reclama la supresión de los arsenales de misiles de corto y medio alcance de los países fronterizos, lo que dejaría en precario a las repúblicas bálticas.

Tanto el despliegue militar como las exigencias del presidente ruso, formuladas por escrito y contestadas con un “no” razonado por el estadounidense Joe Biden, tienen una interpretación bien sencilla para el jefe de la diplomacia española: “Moscú pretende aislar a Ucrania de occidente, bloquear la ampliación de la OTAN y consagrar un área de control en el antiguo territorio soviético. Todo esto es inaceptable, viola la seguridad internacional y es una amenaza para la paz”.

Mientras tanto, Francia y Alemania han propiciado los primeros gestos de distensión entre Ucrania y Rusia, como ha sido la retirada, hace una semana, del proyecto de ley ucraniano sobre el periodo de transición para la recuperación de Crimea y Donbass. El texto soliviantó a los rusos, a los que definía como “Estado agresor” y “Estado ocupante”. Y la retirada, que ha provocado protestas entre la población ucraniana, ha sido una condición previa del ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, para la reunión fijada este jueves en París del llamado “Cuarteto de Normandía” que reúne a los jefes de la diplomacia rusa, ucraniana, francesa y alemana.

Ni que decir tiene que Alemania sería el país más perjudicado por una conflagración que, además de la pérdida de miles de vidas humanas, significaría el cierre del gaseoducto ruso por territorio ucraniano y la crisis económica e industrial. El signo más elocuente de que Alemania no quiere la guerra ni en pintura fueron las declaraciones informales del almirante jefe de su Armada, pidiendo respeto y comprensión hacia Putin. Dimitió (o fue cesado) a continuación.

La apuesta de la UE por el diálogo y la distensión corre a velocidad caracol mientras la escalada armamentista vuela disfrazada de disuasión. Británicos y estadounidenses están enviando armamento a Kiev, a razón de cuatro grandes aviones de carga diarios, según la prensa del país, que, de paso, se burla de los espías británicos por identificar al exdiputado ucraniano Yevgeny Muraev como el eventual presidente proruso, sin tener en cuenta que el tipo fue condenado por Moscú en 2018 y su partido es leal al presidente Vladimir Zelensky.

El tradicional adagio “si vis pacem para bellum” se manifiesta también en la movilización de buques de guerra y aviones de los países de la OTAN en el Mediterráneo oriental, el Egeo y el Mar Negro. Además de la fragata Blas de Lezo a las maniobras aliadas, España aporta un dragaminas y otro buque con capacidades específicas. Y proporcionará vigilancia y protección aérea desde Bulgaria con cuatro o seis cazas Eurofighter. La aportación a las maniobras navales y la consiguiente cobertura aérea se cifra entre ochocientos y mil militares. Con todo, el Ejecutivo confía en la fuerza de las eventuales sanciones económicas y tecnológicas para ayudar al presidente Putin a reflexionar, aceptar el diálogo e iniciar la desescalada. Así lo comentó el presidente Pedro Sánchez al jefe de la oposición, Pablo Casado, quien le llamó por teléfono el miércoles y se quejó de que le mantuviera ayuno de información.

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