‘Nise’, el espectro de la tragedia

04/02/2022

Luis Martínez del Amo. Nao d’amores vuelve a Madrid con su alabado montaje sobre un crimen de Estado.

 

Me deja frío esta Nise, la tragedia de Inés de Castro que ahora regresa al Teatro de la Abadía de Madrid. Siempre solvente, la compañía Nao d’amores, bajo la dirección de Ana Zamora, aborda aquí el crimen de Estado, en unificada versión de dos tragedias renacentistas del fraile gallego Jerónimo Bermúdez, en torno a la leyenda de Inés de Castro, la cortesana ejecutada por el rey portugués Alfonso VI, a fin de evitar su matrimonio —ya consumado — con su hijo Pedro de Portugal; así como la posterior venganza de este.

Es sin duda culpa mía, a juzgar por la unanimidad crítica. Pero me siento poco interesado por las desventuras de esta pareja. Y entiendo mal lo que les ocurre. Esto último, al parecer, más por culpa del texto que mía; pues hurta el libreto al espectador los motivos que conducen al crimen político, y la poderosa razón que obliga a segar la vida de la inocente Inés, madre ya de dos hijos.

Es cierto que es una tragedia. Y que no se busca aquí ahondar en razones; sino representar tan tan solo el triste designio de algunos mortales, que se ven atrapados entre turbulentas fuerzas, que les son ajenas, con fatal desenlace.

Pero es lo que hay, mi mente pide explicaciones. Y no me bastan, ni las bien hilvanadas acciones, ni las correctas interpretaciones, ni la muy depurada puesta en escena, ni el lanudo y premiado vestuario; ni el botafumeiro, ni la campana.

Sí me interesan, en cambio, otros elementos, y no son pocos, aunque insuficientes a la postre, como un poliédrico río que se abre, trampilla mediante, en medio del escenario. Y el olor a tierra, que cubre la sala cuando el infante, desesperado, excava con sus propias manos, para desenterrar el cadáver de Inés, y coronarlo incluso, exquisitamente amortajado. Y la sangre, que mancha algunas manos. Y la coreografía de la desatada violencia. Y la partitura musical, renacentista, aunque menos acertada que en ocasiones, como en Numancia, de reciente contemplación, y un acierto sublime; aunque aquí, a veces —al principio, concretamente—, tape en algún momento la voz de los actores, e impida con ello una audición y comprensión más claras.

Con todo, muy interesante.

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