El temor a otra recesión impulsa al BCE a bajar los tipos de interés

03/11/2011

Salvador Arancibia. El convencimiento de que Europa puede entrar en una “leve recesión” a final de año parece ser la causa última de que el Banco Central Europeo, en la primera reunión formal presidida por Mario Draghi, haya decidido bajar en un cuarto de punto el precio oficial del dinero.

Europa no pasa por sus mejores momentos y eso lo sabe todo el mundo. Al parón económico que sacude a todos los países de la Unión, el riesgo de que Alemania y Francia registren tasas negativas de crecimiento en este trimestre es muy elevado, hay que sumar las inestabilidad  de los mercados financieros por los nuevos episodios griegos que un día parecen caminar en la dirección buscada para al día siguiente dar un giro inesperado y volver de nuevo a la casilla de salida.

En esas circunstancias, y con una inflación relativamente controlada especialmente en lo que se refiere a expectativas futuras, no debería haber extrañado que el nuevo presidente del Banco Central Europeo decidiera mandar un mensaje de tranquilidad a los mercados en el sentido de que el BCE hará todo lo que esté en su mano para evitar una nueva recaída de la actividad en unos momentos en los que se necesita reanimar la economía.

Por eso el consejo, por unanimidad como recalcó el italiano Draghi, decidió bajar en un cuarto de punto, hasta el 1,25% el precio del dinero que presta a las entidades financieras. Es la primera bajada tras dos subidas consecutivas de la primavera pasada que vinieron a echar un jarro de agua fría sobre las expectativas de  algunos países que parecían empezar a ver la salida del túnel de la crisis.

Lo cierto es que el BCE, bajo el mandato del anterior presidente, Jean Claude Trichet, no acertó precisamente cuando decidió mover los tipos de interés a lo largo de su mandato. Los subió poco antes de que empezara la crisis, ayudando así a su difusión más rápida, y lo volvió a hacer unos meses atrás cuando se consideraba que Alemania y Francia ya habían salido del estancamiento y podían ser las locomotoras que tiraran del conjunto de la Unión Europea.

Y no sólo no fue así sino que al poco tiempo estos dos países empezaron a dar señales de agotamiento de su modelo exportador, ante la caída de la demanda mundial que se venía produciendo, y eso llevó a un empeoramiento generalizado de la economía de toda la zona euro. España es un claro ejemplo de ello al producirse un claro frenazo de sus exportaciones hacia las principales economías de la zona.

El temor a que un crecimiento demasiado alto provocara inflación, a pesar de que la subyacente está estancada en unos niveles más que aceptables para toda la UE, hicieron que los ortodoxos del BCE inclinaran la balanza y que se produjeran esos dos subidas hasta colocar el precio del dinero en el 1,5% pero, sobre todo, a que se llevara a cabo una más rápida y profunda subida de los tipos a los que se prestan dinero los bancos entre si. El escaso dinero que se prestan en la actualidad por el temor a una crisis financiera.

Los tipos de referencia subieron en todas partes y ello repercutió de inmediato en las condiciones de financiación para empresas y particulares. Los efectos fueron evidentes: un encarecimiento de los tipos de interés en todas las nuevas operaciones y en aquellas que se renovaban automáticamente lo que implica menos recursos para la inversión en el caso de las empresas y para el consumo en las familias. Las entidades financieras empezaron a reconstruir sus cuentas de resultados con una mejora de los márgenes de intereses que, ahora, volverán a deteriorarse, al menos en una parte.

La situación financiera no es la misma que al inicio de la crisis pero se asemeja: tipos a la baja y liquidez casi sin restricciones por parte del BCE a los bancos europeos. Ello debería ayudar a encontrar caminos por los que transitar hacia la recuperación de la economía. El BCE todavía tiene, al menos, una nueva palanca con una futura reducción del tipo de interés para colocarle en el nivel más bajo al que ya ha estado. Estados Unidos y el Reino Unido lo tienen por debajo. La reserva federal cerca del 0% y el Banco de Inglaterra en el 0,5%.

En los dos países hay algo más de inflación, no un nivel excesivo pero si más alto que el europeo, lo que ayudará a pagar las deudas de una manera algo más fácil siempre y cuando no se alcancen cotas muy altas de precios. Es en lo que confían las autoridades de los dos países. Y es lo que, quizás, podría  intentar el nuevo responsable del BCE, sin perder de vista la vigilancia que los alemanes tienen a este factor.

Draghi ha intentado contentar a todos. A las economías y empresas bajando el precio del dinero, lo que también debería ayudar a reducir la factura global de las deudas públicas porque su tipo debería reflejar este movimiento. Pero también a los ortodoxos de la economía señalando que las medidas excepcionales, sobre todo la compra de deuda de países en dificultades, se mantendrá pero no eternamente porque el “BCE no puede ser el prestamista de última instancia de todos los países”.

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