Con el objetivo de acabar con la dependencia europea de las importaciones de gas y petróleo de Rusia en 2027, la Unión Europea ultima una hoja de ruta que tiene varias derivadas. Plantea inversiones en infraestructuras gasistas que permitan que los países europeos diversifiquen sus fuentes de suministro, como plantas de regasificación y nuevos gasoductos, que se podrán desarrollar cuando la gasista está ya etiquetada como una energía verde que puede favorecer la transición a la descarbonización.
En la reunión comunitaria de esta semana celebrada en la ciudad francesa de Versalles, que ha sido la antesala de la cumbre programada para el 24 y 25 de marzo, la cuestión energética ha sido el tema central, con la guerra de Ucrania como telón de fondo. Y no solo porque ya se asume cambios en el sistema de fijación de los precios de la electricidad, Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, presentó además los pasos en los que se basará la desconexión de las importaciones rusas.
La UE importa de Rusia el 40 % del gas que consume, el 27 % del petróleo y el 46 % del carbón, lo que en 2021 se tradujo en más de 150.000 millones de euros en ingresos para Moscú.
La propuesta de la Comisión se centra en diversificar los proveedores para lo que son necesarias inversiones. En opinión del equipo que respalda a Von der Leyen ya en este año se podrían reducir las importaciones desde Rusia en unos 100.000 millones de metros cúbicos de gas ruso (100 bcm), de los 155 bcm que importó en 2021. Europa obtendría 60 bcm de otros proveedores y con el mayor peso del GNL. Otros 10 bcm sería sustituidos por el hidrógeno y el resto por biometano.
También ha sido la cuestión básica del encuentro virtual de los ministros de Energía de los países del G7. Los ministros de Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos se han pronunciado a favor de planes que reduzcan la escalada de los precios energéticos, así como que los países exportadores aumenten la producción.
Otro mensaje clave se refiere a la necesidad de bajar la dependencia del gas ruso por parte de Europa. En el desarrollo de infraestructuras que favorezcan el consumo de GNL confían que permita no solo la diversificación, asimismo rebajar el riesgo de problemas de suministro.
Si bien hay otro proyecto que España quiere resucitar; el gasoducto que une la Península Ibérica, que cuenta con un total de siete plantas regasificadoras, con Francia, a través de Cataluña. El Midcat podría se considerado estratégico, pero es necesario que se pacte la financiación de las inversiones que permitan que entre en funcionamiento a cargo del presupuesto comunitario.
En este contexto, la Asociación Española del Gas, Sedigás, defiende que España se convierta en un hub (centro de distribución) para el suministro de gas a otros países europeos, aprovechando su capacidad de regasificación y su “sólida infraestructura” de distribución. Si embargo, la asociación destaca en que las infraestructuras “deben seguir mejorándose”, en especial en el ámbito de la ampliación de la capacidad de interconexión con Francia.
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