‘La mujer buena’: Después del drama

25/03/2022

Luis Martínez del Amo. El exdirector del CDN suma su cuarta producción del proyecto Teatro Urgente.

 

Muchos son los intentos que han tratado de llevar al escenario sesudas reflexiones sobre el arte y la vida. Un camino difícil. Plagado de trampas. Y donde el fracaso acecha en cada esquina. Un viaje difícil que suele atravesar espinosos terrenos, como la moral y el papel del arte, sin desdeñar una mirada sobre los últimos fenómenos relativos al mundo de la comunicación.

Así esta obra, La mujer buena, escrita por Karina Garantivá, y dirigida por Ernesto Caballero, exdirector del Centro Dramático Nacional (CDN), y hoy embarcado en un nuevo proyecto, bajo el nombre de Teatro Urgente, con el cual pretende dar a conocer nuevas dramaturgias, desde el remodelado Teatro Galileo, sala de titularidad municipal, cedida a la gestión privada por el Ayuntamiento de Madrid.

Un empeño loable, aunque no exactamente satisfactorio desde el punto de vista del espectador. O desde el de este espectador, al menos. La obra, diseñada en tres grandes momentos, con un algún salto temporal hacia atrás en lo relativo a la secuencia temporal de los hechos, explora las relaciones de dos mujeres, actrices para más señas, enfrentadas por sus diferentes visiones del mundo. Un vasto diálogo, que ocupa la parte central de la obra, y donde se irán desgranando oscuras diatribas en torno al papel del arte, la ideología, el feminismo y un bien extenso catálogo de asuntos, que se presentan al espectador sin apenas apoyo argumental o dramático.

Una falta de conflicto, en suma, asumida por la obra desde el momento de su construcción. Pero que tiene como resultado un fatal distanciamiento entre lo que acontece sobre el escenario y el espectador. Y ello a pesar del buen repertorio de elementos que la producción pone al servicio del libreto de Garantivá y la dirección de Caballero; esto es, una solvente y bien elegida música, un eficaz vestuario y escenografía; y unos competentes actores, incluyendo a la propia autora del texto, que protagoniza la función, y a sus compañeros de elenco, Nerea Moreno y Alberto Fonseca.

Una defensa, en suma, del viejo arte teatral, que, enfrentado a los nuevos medios, ejemplificados por las redes sociales, pierde espacio, en favor de una comunicación más aparente que real.

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