Como no cabe pensar que no supiera el papel, habrá que decir que un registrador de la propiedad prefiere la palabra escrita. Lógico. Pero un actor que tiene que leer porque no se fía de su temple, habilidades y memoria, bueno no es. En México, los políticos que leen sus intervenciones reciben el nombre de pajaritos.
Rubalcaba también leyó. Concretamente, según los palotes que iba anotando ante la televisión, miró 48 veces los papeles y exhibió dos gráficos, uno sobre la evolución de las pensiones y otro sobre la delincuencia. Pero la mayor parte de sus lecturas fueron del programa del PP. El de solares se puso socrático y cosió a preguntas al pontevedrés. Recibió pocas aclaraciones, algunos denuestos y la satisfacción de descubrir que el oponente no sabía lo que decía su programa sobre la revisión bianual del sistema de pensiones.
Si Rajoy hizo unas intervenciones judiciales (de pasado) y condenó la gestión de unos gobiernos socialistas que han gestionado muy mal la crisis económica y no han podido evitar un crecimiento insoportable del paro (3,2 millones de desempleados más en los cuatro últimos años), hasta el punto de atribuir el adelanto electoral a esa cifra record de cinco millones de desempleados, Rubalcaba se convirtió en el líder de la oposición a base de preguntas sobre lo que piensa o va a hacer.
Rajoy lo tenía fácil, pero entró al trapo. A la pregunta de si va a ayudar a la banca con dinero público a desprenderse de los activos tóxicos, dijo que no; a la de si va a hacer una reforma laboral al gusto de la CEOE, dejando al margen de los convenios marco a las Pymes dijo que sí, ya que la rigidez legal que iguala a una empresa gallega con una de Ceuta es perniciosa para el empleo. A si va a reducir las prestaciones al desempleo, aseguró que no. Y a la de si las va a recortar a cuenta de los fondos de capitalización que, según el modelo austriaco, se implantarán para los trabajadores, no dijo ni sí ni no, sino todo lo contrario.
Al adoptar el método socrático de preguntar para desenmascarar al contrario y demostrar los aspectos más negativos o perjudiciales de su programa, Rubalcaba incurrió en un error de cálculo y no empleó el condicional adecuado. En vez de inquirir si haría recortes o revisión de las pensiones cada dos años, preguntó si “va a hacer”, con lo que estaba dando por hecho su triunfo electoral. De este modo, aunque el del PSOE se demostró más incisivo y dialéctico, se quedó en mero opositor.
Ambos reconocieron que no hay recetas mágicas para crear empleo. Rubalcaba apostó por no reducir tan drásticamente el déficit como ordena la señor Merkel y prometió batallar en Bruselas para conseguir dos años de flexibilidad con el fin de no sufrir la anorexia de los recortes drásticos del gasto público, abogó por la bajada de tipos por parte del BCE y por un plan de inversiones del BEI que contribuya a relanzar la actividad económica. También propuso un impuesto a los beneficios bancarios y a las grandes fortunas para poder sufragar las cuotas a la Seguridad Social de los nuevos contratos que ofrezcan las empresas de menos de 50 trabajadores.
Rajoy, en cambio, propuso bonificar la reinversión de los beneficios con deducciones fiscales de hasta el 10% y cumplir a rajatabla los planes de reducción del déficit, para lo que ofreció un pacto que permita embridar el gasto de todas las administraciones y plasmarlo en la ley que se deriva de la última reforma constitucional. A la propuesta de Rubalcaba de suprimir las diputaciones dijo nones, pues, además de haber sido presidente de la de Pontevedra y haber inaugurado la luz en no pocos pueblos, son necesarias para los pequeños municipios y además su deuda es ínfima (3.000 millones de euros) en relación con la del conjunto del Estado (700.000).
Tal como habían apuntado las fuentes de uno y otro partido, la corrupción política fue hábilmente soslayada, del 15M ninguno se acordó, de la transparencia pública, tampoco, y del terrorismo sólo para seguir hablando de los flecos de ETA y la gestión de la paz. Rubalcaba apeló a los abstencionistas para que vayan a votar porque la pasividad no da becas y Rajoy hizo saber que tenemos dos opciones: “O seguimos igual o cambiamos”.
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