Culminando braguetazos

17/11/2010

diarioabierto.es.

¿Cómo se culmina con éxito un braguetazo? Obviamente me estoy refiriendo a la estrategia de seducción que desemboca en una vida resuelta. El comienzo está claro: una miradita por aquí, un escotazo por allá, una caidita lánguida de párpados, un sensual cruce de piernas,  un balanceo de caderas a tiempo, un enseñar carnaza como por descuido… Una cosa lleva a la otra, y pin, pan, pun, ya estás retozando en el lecho del billonario.

Eso es relativamente “fácil”: lugar adecuado, momento preciso, descaro congénito, osadía… Tal vez un cuerpazo de quitar el hipo también ayude. Lo que me resulta una filigrana es hechizar al objeto de deseo, hacer caer en la trampa más vieja del mundo a hombres -o mujeres- en la cima, que no tienen un pelo de tontos -por algo están donde están- y se saben anhelados por lo que acumulan y no por lo que son. Puede que a veces se encienda la chispa del amor puro, pero en otras muchas -si no en la mayoría- lo que chorrea es la ambición por una abultadísima cuenta corriente, fama, notoriedad o disfrute de un estilo de vida de élite. No es criticable: cada uno que disfrute su plácida existencia como le dé la real gana.

Coincidí la pasada semana con Adriana Abascal en una entrega de galones de esas en las que los premiados lo son por la repercusión mediática que van a aportar a la gala y no por sus méritos. Nada que objetar: como estrategia de marca es rentable según qué tipo de comunicación busques. Un bellezón de 1,80 de estatura calzando stilettos de 15 centímetros es toda una declaración de intenciones: destacar a cualquier precio. Aunque pasear dos metros no resulte elegante -siempre desde mi parecer-, era inevitable para la concurrencia -y para los medios- no visualizar la testa de Adriana desde cualquier ángulo. Heredera de casi 30 millones de euros de un hombre cuatro décadas mayor que ella y ex mujer del que imaginó la introduciría por la puerta grande de la alta sociedad española -errando de pleno en este tiro-, todo ello, antes de alcanzar las 40 primaveras: eso requiere talento además de anatomía divina, oigan.

Pero los braguetazos de antaño (solían terminar en bodorrio) se están quedando obsoletos ante la proliferación de una categoría que aún me fascina más: los -me van perdonar la expresión, vulgar, pero contundente- “coño business class” (añadan el equiparable masculino a elección del lector). Estos son de nota: se llevan al huerto sucesivamente a aquel que les va interesando en función de cada nuevo objetivo a conseguir. Ahora es cuando me asalta la incertidumbre: ¿cómo lo hacen? ¿Suspiran sutilmente sus verdaderas intenciones entre polvo y polvo? ¿Sueltan la bomba mientras encienden el cigarrito post caos? ¿O directamente lo negocian antes, como cualquier cláusula de un contrato: si quieres copular dame tal beneficio a cambio? ¿No les pica la curiosidad de conocer cómo se consiguen favores en la intimidad?

Llegados a este punto, me está comenzando a incordiar un diablillo picarón sobre el hombro: ¿Cómo actuaría yo ante un cheque en blanco regalo de varón cautivado por mis encantos y plataforma a una vida resuelta? ¿O por hacer públicas informaciones e historias personales que cambiarían rumbos? ¿Estaría dispuesta a renunciar a la esencia que me caracteriza y anular mi personalidad por una existencia de fama, lujo y placer? ¿Me dejaría embaucar?  Caer en la tentación es comprensible y justificable, pero sé de personas que estando en tesituras semejantes han elegido anonimato, independencia y libertad. Aunque como me decía el otro día un gamberro al que adoro: “Carmela, tú y yo deberíamos haber sido hombre y mujer objeto -ojo, no objetos sexuales, sino el centro permanente de atenciones, mimos y caprichos de algún pudiente admirador-, pero se nos ha pasado la edad”. ¿Tontos de capirote ambos o personas que se visten por los pies? Empiezo a tener mis dudas… ¿Y ustedes?

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10 pensamientos en “Culminando braguetazos

  1. Obviamente ella lo consigue porque vale y tú no porque no lo vales. Así de fácil la explicación que estás buscando. No le des más vueltas al carro, de nada sirve que vayas de intelectual por la vida, es más, salen despavoridos. Ella es encantadora y siempre tiene el mundo a sus pies

  2. Muy divertido! Y con mucho ritmo! Yo caería en la tentación los tiempos que nos están tocando son demasiado duros para desaprovechar lo fácil y bueno

  3. Me gusta este debate. Al final la sociedad frivola que nos rodea trae como consecuencia que se admire a personajes que tienen la entrepierna como forma de vida. Me gusta como lo planteas, con mucho sentido del humor. Un abrazo.

  4. Muy bueno, algo mordaz pero sin juzgar, pero es lógico que las nuevas generaciones idolatren a estos personajes porque los medios se hacen eco de ellos continuamente

  5. Yo no sabría que hacer aunque me gustaría estar en la tesitura de lanzarme a no tener que hacer nada el resto de mi vida… más que disfrutar del dinero de otros!!!

  6. Que bueno Carmela! Me he reído mucho sobre todo los business class… Por cierto Lola hay mujeres que no queremos vivir de los hombres ni ser sombra de nadie ni conseguir nuestro sustento a base de seducir, esto es el siglo XXI

  7. Lola, quien se pica ajos come. Que triste conseguir beneficios bajándose los pantalones.así funciona la sociedad española y evidentemente así nos va.

  8. 1.- Seguramente pareceré estúpido, pero no sé quién es la Abascal
    2.- me divierte lo de «coño business class», aunque no se me ocurre nada elegante para el género masculino
    3.- Avido a navegantes: si me sucediera a mí, vendo todo lo vendible. Así me va, jejej
    4.- Fantástico artículo, Carmela.
    5.- Me estoy enganchando a esta articulista

  9. El precio del braguetazo es cada vez más alto, esto es, caer cada vez más bajo.
    Hemos llegado a un punto en el que no sólo se vende el propio cuerpo, por más o menos dinero (¿prostitución?), sino que ahora se exige exponerlo en plaza pública (TV) sin rubor ninguno; y, de paso, se exige también exponer las miserias más íntimas, los secretos más inconfesables, la propia conciencia. La audiencia, dicen.

    sacrificio de la propia conciencia.

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