La campaña de la Transparencia

08/11/2011

diarioabierto.es.

La organización civil Transparencia Internacional España, que preside Antonio Garrigues Walker y con la que colaboran diversas fundaciones, está decidida a aprovechar la campaña electoral de las Generales para obtener un compromiso real de los partidos políticos con la Transparencia y la Integridad. Por ello, ha elaborado un Decálogo por la transparencia y la integridad que recoge los puntos básicos para el desarrollo de un Gobierno abierto y transparente y que – a su juicio- debería formar parte de los programas electorales de las diferentes formaciones que concurren a las elecciones.

Y es que la transparencia ya no es sólo una obligación ética de todos los políticos e instituciones públicas -además, de un derecho ciudadano-; también, desde un punto de vista incluso maquiavélico, constituye una estrategia electoral rentable en estos momentos. Ya no es suficiente parecer transparente e íntegro, ahora, además, hay que serlo. Hay que serlo porque la Opinión Pública ya no se fía, como demuestran los últimos datos de la encuesta del CIS que sitúan a la clase política como uno de los problemas que más preocupan a los españoles y que, además, inspira “desconfianza” e, incluso, “irritación”. Hay que serlo porque las instituciones deben recuperar un prestigio que desde la Transición han ido perdiendo, poco a poco, hasta llegar al estado de escepticismo actual. Hay que serlo porque, tal y como reza el Decálogo por la transparencia y la integridad, de ello depende también la confianza en nuestra recuperación económica.

{destacado} Puede que sea ésta la razón por la que algunos candidatos y políticos, en general, han hecho suyos los planteamientos del movimiento 15M como parte de su estrategia electoral, intentando ignorar que, en realidad, son ellos mismos los que forman parte del origen o desarrollo de los problemas contra los que se ha levantado la sociedad civil. Esa no es la reacción que esperan los electores. La única campaña electoral convincente, en estos tiempos de descrédito político, es el compromiso con la información veraz y a raudales. Y dentro de esta campaña de recuperación de la imagen dañada, de la reputación, desde el punto de vista de la comunicación, lo primero es reconocer los fallos, reconocer que se ha formado parte del problema y que se está dispuesto a poner los medios para solucionarlo. Y este “mea culpa” debería ser entonado no sólo por el poder ejecutivo central sino por toda la clase política que, como representantes elegidos por y para el pueblo, detentan el poder legislativo a nivel estatal, autonómico y local.

El decálogo por la transparencia y la integridad incluye, entre otras medidas, la tramitación urgente de una ley de transparencia y acceso público a la información; la exclusión de las listas electorales de los procesados por corrupción; y la reforma legislativa para desbloquear las listas cerradas. Tres puntos básicos de un documento que podría constituir una perfecta estrategia de recuperación de la imagen dañada, sino fuera porque, ante todo, se trata de un ejercicio de madurez democrática realizado por una sociedad civil hastiada de una clase política que se ha olvidado de su compromiso con los ciudadanos y que, en vez de cumplir sus promesas, lucha, a toda costa, por su supervivencia.

Éste es el momento del cambio, una oportunidad para que las formaciones políticas restituyan su reputación y recuperen el crédito ciudadano del que un día fueron depositarios. Es el momento de SER íntegros y transparentes y no sólo PARECERLO.


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