
Cuando Santiago Ruiz llegó a los 70 años, ya jubilado, se volcó personalmente en la tarea de hacer del vino de O Rosal un referente de calidad, con una vinificación cuidadosa, empleando las técnicas más innovadoras (como los depósitos de acero inoxidable) y exigiéndose la excelencia.
Este amor por la zona y por sus vinos le granjeó, además de éxito en su empeño, la gratitud de sus paisanos, que incluso decidieron poner su nombre a una calle. De esta forma y recorriendo España con sus botellas bajo el brazo, Santiago Ruiz se convirtió en “el padre del Albariño” y en el mejor embajador de Rías Baixas.
Primero el abuelo Ángel, después su nieto Santiago y ahora su hija Rosa. La tradición de esta familia gallega elaborando vinos blancos se remonta a 1860, cuando su abuelo materno, Ángel funda su propia bodega. Esta pasión la hereda su nieto, Santiago Ruiz, quien tras su jubilación, decide dedicarse por completo a la tradición de sus antepasados. Así, en 1984, inaugura la bodega que lleva su nombre.
Hoy, su legado continúa de la mano de su hija menor, Rosa Ruiz, que ha sabido conjugar el difícil equilibrio entre la tradición conservada a lo largo de generaciones con los últimos avances para asegurar y preservar la singularidad y el carácter de sus vinos.
El legado de Ángel Ruiz y de su nieto se conserva fielmente en su última creación, el Santiago Ruiz 2021. Un vino joven pero que que no engaña, todo lo contrario, seduce con sus 13º, elaborado bajo la Denominación de Origen Rías Baixas, subzona de O Rosal, la más alejada del Atlántico.
El 72% de la uva es Albariño, 13% Loureira Blanca, 6% Caíño Blanco, 5% Treixadura, 4% Godello, lo que indica que no es un albariño como los demás, sino un vino complejo, de matices en nariz y boca muy característicos, herencia de los Ruiz. Pero conserva muy bien la frescura, presencia frutal y viveza de los albariños. En eso sí sigue la tradición. Afortunadamente.
El Santiago Ruiz 2021 es un vino muy brillante y limpio, amarillo pajizo, con reflejos averdosados en movimiento, aromas muy francos, con gran intensidad, a fruta, con toques cítricos, a hinojo, y aportes balsámicos.
El resultado es un trago muy fresco, goloso, pero con carácter, con ese fondo mineral que hace inconfundible a un Albariño.
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