Cuando gobernaban “los mangantes”

11/05/2022

Luis Díez.

Se incorporó de su escaño azul, se abrochó el botón superior de la chaqueta azul desvaído a juego con el azul celeste de la camisa y con el azul marino de la corbata. A continuación dijo: “Es evidente que se ha producido un fallo de seguridad en las comunicaciones del Gobierno de España. Y lo que hemos hecho es lo de siempre: cumplir la ley, poner en conocimiento de la Justicia los hechos delictivos y actuar con absoluta transparencia ante la opinión pública”. Hasta ahí bien. Pero cuando dijo que quería aprovechar el “cese” de la directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Paz Esteban, para “reconocer su trabajo” y también el de los tres mil funcionarios del Centro, muchos diputados de las derechas expresaron su asombro con sonoras exclamaciones que obligaron a la presidenta Marichel Batet a pedir silencio. Entonces, sin perder la compostura, añadió: “En todo caso, con este Gobierno ni los fondos públicos, ni las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ni tampoco los Servicios de Inteligencia se van a utilizar para tapar hechos delictivos y tampoco para perseguir a adversarios políticos fuera de la ley”.

La respuesta del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no satisfizo a la portavoz y secretaria general del PP, Concepción Gamarra, quien acababa de acusarle de haber destituido a la directora del CNI “porque sus socios le pedían un chivo expiatorio” por el espionaje (legal) a los independentistas catalanes. Le imputó la intención de dejar un mensaje claro (a los espías, se entiende): “Quien cumple con su deber será cesado, pero quien mienta y manipule en beneficio del Gobierno será premiado”. Vale suponer que Gamarra no se refería a la sustituta de la señora Esteban, Esperanza Casteleiro, también con una vida al servicio de la seguridad de los españoles en el centro de inteligencia. O si la número dos de Feijóo interpreta el ascenso de la galega como un premio, vale suponer lo contrario. Lógico.

A la dirigente opositora le supo a cuerno quemado la alusión del dirigente socialdemócrata al uso de fondos públicos reservados y el abuso de funcionarios (policías en este caso) para espiar a Bárcenas con el fin de controlarle y sustraerle documentos que comprometían judicialmente al entonces presidente del Gobierno y del PP, señor Rajoy. Y contraatacó diciendo: “Usted gobernaba con aquellos a los que el Estado tenía que investigar. Esto no ocurre en ninguna democracia del mundo porque es la degradación de la política, que es lo que usted representa”. Después se explayó en consideraciones sobre si Puigdemont, Junqueras y Otegi quieren más a Sánchez que a Feijóo porque prefieren a un presidente que esté dispuesto a “socavar desde dentro las instituiones del Estado de Derecho y usted responde a esas expectativas. Cuando salga de la Moncloa, que está cerca –añadió–, dejará no sólo una crisis económica sino también una dura crisis institucional”.

Fue entonces cuando el hombre de azul, sin perder la compostura ni modificar su gesto amable, recordó: “Hace cuatro años que gobernamos y nos encontramos un país en el que Cataluña había aprobado una declaración unilateral de independencia, había un Gobierno de un partido condenado por corrupción, una secretaría del PP que destruía a martillazos las pruebas de la Justicia, que creó una estructura parapolicial para seguir a adversarios políticos de manera irregular. Y España en Europa contaba como un cero a la izquierda. La situación hoy no es perfecta, pero reconozcamos que hoy se cumple la Constitución en toda España, que los mangantes no están en el Goierno como sí ocurría cuando ustedes (el PP) estaban en el Gobierno y que España hoy defiende sus intereses en la UE, se hace valer y tiene influencia. Imagínense si además contásemos con el principal partido de la oposición ayudando al Gobierno en la respuesta a la pandemia y ahora a las consecuencias económicas de la Guerra… La verdad es que soy bastante ingenuo, porque entonces estaríamos hablando de una derecha moderna y no la desgracia de la derecha que sufre la democracia española”.

La respuesta a las imputaciones al Gobierno de Sánchez en materia económica corrió a cargo de la vicepresidenta Nadia Calviño: “Vamos a crecer al 4,3%, según las previsiones más moderadas; se crea empleo de mayor calidad gracias a la reforma laboral pactada; la inversión está creciendo con el apoyo del plan de recuperación; las medidas sociales contra el desempleo y para apoyar a los más desfavorecidos se están aplicando; el plan de choque contra la carestía provocada por la guerra de Ucrania y la escala de la energía está dando resultados, el año pasado reducimos el déficit público un 3,3% y la deuda más de un punto, y este año la seguiremos reduciendo”. Cuando a la ministra se le agotó el tiempo, las derechas seguían sin creer en el empeño y la determinación del Ejecutivo progresista de gobernar para todos, no sólo para unos pocos. Lógico.

Según el tratado político más conocido (y aplicado) por los que acceden al poder (desde alcaldes a gobernantes autonómicos), si no puedes gobernar para la mayoría debes hacerlo para los que te apoyan. Y si no puedes hacerlo para esos, intenta favorecer a la minoría más afín. Y si tampoco puedes hacerlo, entonces procura beneficiar a los amigos, la familia y a ti mismo. En esa última fase parece hallarse el PP en algunas alcaldías y autonomías, no precisamente el Gobierno de España, que a finales de junio próximo presidirá la cumbre de la OTAN y asumirá la presidencia de semestral de la UE.

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