Debates por ley

11/11/2011

diarioabierto.es.

Si el único derecho político que queda realmente es el voto, habría que reforzar su integridad. Votar no es solamente llegar hasta un lugar, escoger una papeleta entre varias y depositarla en una urna: votar es saber la causa, los programas, cómo se desarma un candidato y cómo se articula frente a otros. Quedan, también, otros derechos: de manifestación, de reunión y de libre expresión; pero, a efectos verdaderos de incidencia política, el único tangible sigue siendo el voto, sobre todo en un sistema como en nuestro, tan anclado en la representación como única manera de intervención política. Nos quedan, claro, las plazas, reconquistadas por el 15-M, pero hasta el día de hoy el voto sigue siendo capital, mucho más que todas las concentraciones, acampadas, pitadas y caceroladas, que también llegarán. A partir de aquí, ¿cómo se ejerce el voto?

Cautivamente, a veces. Por desinformación, y por la impunidad de esa desinformación. Lo hemos visto ahora con la ficción de debate. Un debate: uno solo, además. Y pactado. Bien pactado. Sin periodistas que puedan incomodar ni remotamente a ninguno de los dos candidatos: un moderador, y santas pascuas. A soltar sus monólogos, a mirarse las caras, a escoger bien el traje y la corbata. Y después, a elegir. A votar a uno de los dos. Viva la democracia imperfecta y orgullosa de estarlo, mucho más, incluso, que de serlo. Y encima tenemos que dar las gracias, porque ninguna ley obliga a los candidatos a enfrentarse en un debate público. Tenemos que dar las gracias, porque este debate, su dramatización, ha sido una concesión de ambos partidos, tanto como escoger quién llegaba antes y el punto donde fijar la cinta roja para que ambos posaran delicadamente el zapato abrillantado al bajarse del coche.

Pantomima, ficciones. Ejercer así el voto siempre será mejor que no ejercerlo, pero habría que exigir más. Un debate no puede ser una concesión graciosa de los políticos: debiera estar reglado, por ley, con unas condiciones mínimas. Debate de todos los candidatos con representación parlamentaria, por ejemplo. Y obligatorio, por ejemplo. Y no sólo con un moderador neutral, sino con una batería de siete periodistas, de todas las tendencias, para preguntarles lo preciso. Y no un solo debate, sino por lo menos dos. Y todo esto por ley. Y obligatorio. No pactado entre dos candidatos, sino llevado a cabo por mandato legal. Esto sería votar de otra manera.

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