Separadores y paracaidistas

18/05/2022

Luis Díez.

Preguntó la portavoz parlamentaria y secretaria general del PP, Concepción Gamarra, al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: “¿Ha hecho suficientes concesiones al independentismo?” Y se sorprendió éste: “Me ha preguntado lo mismo que el señor Casado el 23 de febrero”. Su conclusión inmediata fue que el PP de Fejóo mantiene el mismo discurso acerado y crudo de su antecesor. Y ya puesto, agregó en la réplica: los mismos vicios (mangantes incluidos) que el PP de anteayer.

Lo lógico sería un cambio de discurso (más constructivo) con la llegada del expresidente de Galicia al liderazgo nacional del principal partido de la derecha. Pero la lógica y la política se llevan mal en una oposición tan impaciente como la que practica el PP. Ya Platón, el filósofo, decía que la buena política es la que ayuda a pensar y la otra, la más habitual, se confunde con la cosmética y la pastelería por cuanto trata de disfrazar y edulcorar la realidad.

¿Por qué insistir, como hace la portavoz conservadora semana tras semana, en el problema catalán con ocasión de lo que sea, en este caso, del artefacto Pegasus de espionaje? “O sea que usted fue investido presidente con la abstención de los 18 votos de ERC y Bildu, los enemigos de España a los que el Estado espiaba y usted lo sabía”, le espetó Gamarra. ¿Será por la misma razón por la que echan en falta a ETA? ¿Será porque el separatismo nacionalista da votos en Andalucía?

Sea cual fuere la causa, el presidente del Gobierno utilizó un ejemplo gráfico en su respuesta respecto a Cataluña: “La diferencia cuando ustedes gobiernan y cuando lo hace el Partido Socialista es que ustedes mandaban Piolines (el crucero para alojar agentes de policía) y con nosotros la selección española puede jugar en Cataluña sin ningún tipo de problema”. Mencionó a continuación los sondeos de opinión que indican que el 70 por ciento de la población catalana no considera la independencia una prioridad. Y añadió: “Eso se llama concordia”.

Ya en respuesta al portavoz del PNV, Aitor Esteban, el jefe del Gobierno aclaró que ni la Policía ni la Guardia Civil cuentan con el sistema Pegasus para obtener información de las personas de manera ilegal. “Asegúrense y si descubren alto, comuníquenlo”, replicó Esteban, quien pidió el apoyo a su proposición de ley sobre secretos oficiales (la enésima vez que la presentan) y sobre los servicios secretos del CNI. Sánchez quiso transmitir confianza a los ciudadanos: “Ni se intervienen las comunicaciones sin control judicial ni con este Gobierno hay policías patrióticas”, dijo.

Con todo, en materia de espionaje nunca hay bastantes garantías. Para remarcarlo, el presidente dijo: “Yo también he sido escuchado…” Y provocó hilaridad y fuertes exclamaciones: “¡Aaah!” entre las derechas. “Agradezco su empatía”, dijo. Agradeció también, aunque ya en serio, el apoyo de las fuerzas progresistas que le reiteró la portavoz de EH-Bildu, Mertxe Aizpurua, para hacer políticas sociales, que son las que interesan a los trabajadores, y profundizar en la democracia frente a las tendencias reaccionarias de las derechas.

En contraste con el discurso de la dirigente popular, Gamarra, la portavoz adjunta de la ultraderecha y candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía en las elecciones del 19 de junio, Macarena Olona, fue directamente a lo que interesa: el voto de los andaluces. Con una pregunta ciertamente elaborada (“¿Adonde va este Gobierno?”) cumplió su objetivo: pronunciar el mitin (“Yo soy España y España está en el corazón de los andaluces”) y soltarlo por las redes sociales.

Naturalmente, el uso y abuso del pleno del Congreso para hacer campaña electoral, resulta inevitable, aunque una política honrada, esa que ayuda a pensar, debería incluir al menos la respuesta del Gobierno de España propiamente dicho. En este caso, la del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, explicando a Olona las medidas de apoyo a los más golpeados por la carestía de la guerra de Putin en Ucrania y la cita del evangelista Mateo 7.15 allí donde escribe en nombre de Jesucristo: “Cuidados de los lobos con piel de cordero”.

Conoció el cronista en sus años mozos de camarero en La Campana (taberna muy taurina de la madrileña calle Núñez de Arce) a un tipo muy simpático. Se llamaba Molina, había sido banderillero, formaba parte de la tertulia de Marcial Lalanda y como andaba el hombre más tieso que la mojama, pues sólo cobraba la magra paga del Montepío de Toreros, se permitía el lujo de haber nacido en cualquier parte. Si llegaba un taurino de Talavera de la Reina, por ejemplo, y se acercaba a saludar al maestro, él le preguntaba de donde era. “De Talavera”, respondía el visitante. Ante lo que Molina exclamaba: “¡Hombré… Si yo nací en Talavera, somos paisanos!” Y le invitaba a sentarse y a pedir una botellita de vino. El visitante solía aceptar, aunque el inconfundible acento andaluz de Molina no le cuadraba. Pero el banderillero jubilado aclaraba: “Lo que pasa es que me llevaron muy chico a Sevilla”.

El caso de Olona se parece al de Molina, pero al revés: ni es andaluza (nació en Alicante) ni la empadronaron muy chica en Sevilla (se empadronó en noviembre pasado en Salobreña, Granada o ‘Graná’ como dice ella), ni, por supuesto, está más tiesa que la mojama: cobra más de 5.000 euros netos al mes como diputada. Aunque carece de vivienda en propiedad o en alquiler en la localidad granadina y ha fijado su residencia en la de su correligionario ultraderechista Manuel Martín Moreno, su ardid es legal, aunque su arraigo en Andalucía sea tan falso como el de Molina en Talavera. Eso, que está legalmente empadronada, como marca la ley para concurrir a las elecciones autonómicas (para las generales no rige esa exigencia), es lo que su señoría quería dejar claro la “candidata paracaidista”.

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