Mitomanías adolescentes

11/11/2011

Bernardo Mandeburg.

Durante los últimos años la economía nacional ha registrado un constante y acelerado proceso de degradación hasta ubicarse en situación de ser intervenida, como ya ha ocurrido con otros países de la U.E. El proceso que ha conducido al Reino de España a esta posición, independientemente de los factores comunes y de contagio que ha generado la crisis de los países industrializados, se ha visto acelerado y agravado por componentes internos que, caso de no ser resueltos, determinarán inevitablemente la INTERVENCIÓN. Dentro de este proceso destaca, sin lugar a dudas, por su importancia la Reestructuración del Sistema Financiero -nunca deberíamos olvidar que el buen funcionamiento de una economía avanzada viene determinado por la calidad de sus bancos-.

Como destaca el Banco de España en su último Informe de Estabilidad Financiera los principales problemas a los que se enfrenta el sector son:

-acceso fluido a la financiación mayorista a medio y largo plazo

-programa de recapitalización –solvencia- que eleve el Core Tier 1 por encima del 9%

-pérdidas causadas por el deterioro de activos (el B.E. cuantifica la exposición inmobiliaria de mala calidad en 176.000mm. de €, mientras que el BBVA estima, en su último informe de coyuntura, que la morosidad crecerá en 60.000mm. de € durante 2012)

-debilidad de las cuenta de pérdidas y ganancias  derivada del estrechamiento del margen de intereses y las pérdidas originadas por el deterioro de activos

Evidentemente, la resolución –encauzamiento- de una problemática tan compleja no vendrá determinada, sería pueril, por fórmulas magistrales o, en el polo opuesto, soluciones mágicas y multicomprensivas, sino por actuaciones que, objetivadas las causas del problema, lo enfrenten.

Una crisis económica, de igual manera que una crisis médica es tratada clínicamente de acuerdo a la mejor terapia conocida, asumiendo las limitaciones que implica, debe ser enfrentada desde una perspectiva esencialmente técnica.

En este sentido, el tratamiento para la práctica totalidad de los problemas que atraviesa el sector, pasaría por la creación de un BANCO MALO que absorbiera aquellos activos que, ante el funcionamiento imperfecto que se produce actualmente en sus mercados específicos, no pueden ser monetizados rápidamente y exigen periodos de maduración de, al menos, medio plazo.

La implantación de una medida de estas características permitiría:

-aumentar la solvencia al reducir las exigencias de capital –muy elevadas- que presentan los activos ponderados por riesgo asociados a estas partidas

-robustecer las cuentas de resultados por la reducción de las dotaciones sobre activos morosos

-reconducir la gestión, resituando las prioridades del “día a día” en la pura actividad comercial en lugar de la gestión de la morosidad (propiciando la vuelta a la normalidad del ciclo del crédito)

-modificar positivamente la percepción existente en los mercados y, no menos importante, agencias de calificación sobre la solidez del sistema

Naturalmente su implementación no conllevaría –como cualquier otra de carácter económico- el restablecimiento inmediato del paciente, pero establecería las bases para que éste se produjera, evitando que la enfermedad degenere en crónica.

Las contraindicaciones asociadas a esta terapia son dolorosas, siendo la más evidente el elevadísimo coste político que deberá asumir el gobierno que la implante, sin olvidar las consecuencias que implica la utilización del dinero de los contribuyentes en sanear entidades privadas. No obstante, el tiempo político juega a favor. La celebración de elecciones generales el próximo 20 de noviembre otorgará al partido vencedor la legitimidad para enfrentar el mayor reto –mantenimiento de la sociedad del bienestar que conocemos- al que se ha enfrentado la nación española en los últimos 36 años, olvidando prejuicios ideológicos, populismos maniqueos y mitomanías adolescentes.

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