Revolución digital y desigualdad

24/05/2022

Francisco Javier López Martín.

Ya hemos dicho en algún artículo anterior que las desigualdades en el acceso a las nuevas tecnologías digitales tienen una expresión en la relación entre países ricos y países pobres, entre los países del Norte desarrollado y el Sur atrasado, pero esas desigualdades y diferencias se reproducen en el interior de cada país, hasta el punto de que, sean ricos, o pobres, en cada país hay un Norte y un Sur.

La pandemia ha contribuido a ponerlo más de relieve porque nos ha obligado a digitalizar determinados procesos y procedimientos, de forma que los que ya formaban parte del mundo digitalizado lo han tenido bastante más fácil que aquellas personas que estaban al margen.

Una consecuencia de la COVID es que la digitalización se ha impuesto y las grandes empresas tecnológicas han obtenido beneficios impensables y brutales en muy poco tiempo. Eso que llaman sociedad digital, de la información y las nuevas tecnologías, ha experimentado un crecimiento acelerado y una expansión global.

Nuestra formación, nuestro empleo, nuestras aficiones, nuestro ocio y nuestras relaciones, nuestro acceso a servicios, nuestras gestiones con las administraciones para cualquier trámite, se han incorporado a nuestros dispositivos tecnológicos conectados a internet.

Yo no sé si el pobre es el que tiene a la mano todas estas aplicaciones y dispositivos y vive sometido a una alta dependencia de los mismos, o si lo es la persona que vive al margen de muchos de estos sistemas, redes, maneras y formas de entender una vida desconectada de las sensaciones y de los sentimientos reales.

Lo cierto es que damos por bueno que la brecha digital es una consecuencia de ser pobre y que, a raíz de la pandemia, son muchos los que teorizan, que  la brecha digital se convierte en una causa más de esa pobreza y esa exclusión que, como bien sabemos, proviene de muchos factores.

Si eres pobre no puedes acceder bien a internet, ni contar con buenos dispositivos y si no accedes a esas nuevas tecnologías terminas siendo aún más pobre. La pescadilla que se muerde la cola.

Investigar la pandemia nos ha permitido, desde el ámbito de los servicios sociales, de los estudios y de algunas organizaciones sociales, comprobar que más del 60 por ciento de las familias españolas tienen problemas con las nuevas tecnologías, bien porque no tienen acceso ilimitado a internet, o porque no cuentan con los dispositivos necesarios, o porque carecen de las habilidades necesarias para utilizar estos recursos.

Eso es lo que los estudiosos denominan apagón digital y golpea a un número muy importante de personas y de familias en nuestro país. En general, el principal problema, que afecta casi a la mitad de las familias, es el de no tener los conocimientos suficientes para manejar estas tecnologías y estas aplicaciones.

Pero no conviene olvidar que otros factores, como no poder disponer de una conexión ilimitada, o no poder comprar los dispositivos necesarios también tienen mucho peso a la hora de dejarnos fuera de la frontera de la digitalización.

Cada una de estas cosas cuesta dinero y no todas las familias están en disposición, o tienen la posibilidad, de pagar la factura de un móvil, una tablet, o una banda ancha y acceso ilimitado a internet. Además las nuevas tecnologías cambian tan deprisa que la desactualización es inmediata y requiere más dinero y más aprendizaje.

Antes de la pandemia nuestro móvil con una conexión topada a internet podía prestarnos un servicio suficiente, pero hoy ese mismo dispositivo, en esas mismas condiciones, quedaría lejos de poder facilitarnos cobrar el paro, la pensión, obtener una cita médica, o comprar muchos de los bienes o servicios necesarios.

Si nos han fabricado un mundo digital, imperioso, forzoso, inevitable, parece evidente que el derecho a la igualdad debe pasar por el acceso generalizado e ilimitado a internet, por contar con los dispositivos necesarios y por conseguir el asesoramiento, la cualificación y la formación necesarias para cada persona y sus necesidades.

Algunos, desde visiones elitistas, se empeñarán en que eso es imposible, pero o la igualdad se hace efectiva en este campo, o el caos está servido y no sé si este mundo puede permitirse que exista aún más caos deteriorando el planeta y nuestras vidas.

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