Hoy era el día de prueba para comprobar si las excepcionales medidas adoptadas a finales de la semana pasada en Italia y en Grecia, con la salida de Berlusconi y la formación de un Gobierno de concentración en Grecia, tras la dimisión de Papandreu, eran suficientes para calmar a unos inversores en cuyo punto de mira parece no estar ya un país concreto sino el conjunto de la zona euro. Y la prueba no ha resultado un éxito precisamente para la Unión Europea.

El Tesoro italiano ha logrado colocar 3.000 millones de euros de deuda pública pero a unos tipos especialmente elevados y con una prima de riesgo que supera los 460 puntos: España, que esta semana también tiene por delante emisiones de bonos a 10 años y de letras a tres y seis meses, ha visto como su diferencial respecto al bono alemán volvía a aumentar y colocarse de forma permanente en los 430 puntos. La distancia entre España e Italia se ha acortado, y no precisamente porque haya mejorado el país vecino que lo ha hecho desde los máximos de las semana pasada, sino también porque la consideración sobre España ha vuelto a empeorar.

La resolución de la crisis política en los dos países actualmente más afectados por la tormenta financiera no ha sido considerada suficiente. Es cierto que Italia, y la UE, se han quitado de encima un peso evidente en la persona de Silvio Berlusconi. Y es verdad que la salida de Papandreu también aleja algún fantasma del futuro inmediato.

Pero la inestabilidad sigue en los dos países. No se sabe qué tipo de Gobierno logrará encabezar Mario Monti, que cuenta con la oposición de los fieles de Berlusconi y de la Liga Norte, hasta ahora mayoritarios en las cámaras italianas y que pueden torpedear las medidas de ajuste que se propongan. Habrá que esperar a ver qué medidas concretas propone el nuevo Gobierno cuando se forme.

En Grecia, el principal partido de la oposición ya ha dicho que no votará a favor de nuevos ajustes.

Con estas perspectivas no debe extrañar que el dinero siga saliendo de los países periféricos y se refugie tanto en Alemania, donde el bono se emite al 1,8%, es decir por debajo de la inflación alemana, es decir con tipos de interés negativos, y en valores como el oro o el resto de divisas. El euro ha perdido un 1%.

Y en España las cosas no podían ser muy diferentes. A seis días de unas elecciones que no levantan pasiones porque se conoce el resultado desde hace mucho se ha sabido que la banca española ha vuelto a apelar con fuerza al Banco Central Europeo en busca de liquidez ya que los mercados mayoristas siguen cerrados y parecería que no tenía excesiva razón Luis de Guindos cuando hace unas semanas declaraba que parecía evidente “que los mercados descontaban una victoria del PP” y que ello se estaba traduciendo en un relajamiento de los diferenciales.

No es que los mercados no piensen que no vaya a producirse esa victoria. Es que no saben qué va a pasar el día siguiente a que Mariano Rajoy forme Gobierno. El secretismo que mantiene acerca de quiénes serán los responsables de la economía en su hipotético futuro Gobierno y la posición que el PP ha mantenido hasta ahora frente a las reformas puestas en marcha por el Gobierno actual, no hacen sino sembrar dudas sobre las actuaciones futuras de un Ejecutivo del PP.

El responsable en España de uno de los grandes bancos de inversión del mundo señalaba hace unas semanas que sus responsables mundiales no entendían mucho qué pasaba en España porque, decían, “el Gobierno actual ha puesto en marcha algunas de las reformas que se vienen reclamando desde los mercados y el PP se ha opuesto a ellas, pero no por tímidas o escasas”. Este razonamiento les llevaba a preguntar acerca de qué es lo que va a hacer el próximo ejecutivo ya que “el reformista” es el que va a dejar el poder. Y el responsable en España no sabía cómo contestarles.