Argelia quiere provocar que sea Naturgy, es decir, que España tome la iniciativa y rompa los contratos de suministro de gas entre los dos países, ya se transporte por gasoducto o por barco. Esta es la idea que predomina en medios energéticos que todavía no saben cómo se va a enfocar los problemas que se derivan de la ruptura de relaciones económicas y comerciales con el país magrebí.
El Gobierno de Argel no quiere dar el paso de cerrar el grifo de forma unilateral por las consecuencias en los tribunales internacionales. Incluso aprovechó que contrato con Marruecos concluyese para cancelar el gasoducto del Magreb. A su favor juega además que el grupo que preside Francisco Reynés está en proceso de renegociación del precio de los acuerdos de suministro. De esta forma, aunque la compañía cuente con un sistema de pagos directo a la argelina Sonatrach y el principal contrato esté vigente hasta 2032, los costes pueden hacer inviable la revisión en marcha.
El problema al que se enfrenta España es que este conflicto se produce en la etapa más convulsa de la historia del comercio de este hidrocarburo, con los efectos de la invasión de Ucrania por Rusia en los mercados internacionales. La guerra en el este de Europa ha provocado que casis todos los países europeos y algunos asiáticos intentando reducir la dependencia de las importaciones rusas. Movimientos que conllevan que naciones como Italia busquen proveedores alternativos en los mismos caladeros que España.
La crisis ha obligado al ministro de Asuntos Exteriores, Manuel Albares, a cancelar su viaje a la Cumbre de las Américas para trasladarse a Bruselas, en un intento de que la Comisión Europa actúe como mediador de los intereses españoles. España ya ha reducido el peso de gas argelino en el conjunto de las importaciones, pero se mantiene como un exportador clave, con un 30% de cuota, y hasta ahora el más barato.
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