El don de la oportunidad

17/06/2022

Miguel Ángel Valero. Santiago Velázquez combate los excesos de la rusofobia provocada por la invasión de Ucrania por Putin con una amena obra de genios de la literatura rusa.

«En días como estos en los que tan tristemente se confunden las cosas y hay quien cancela ballets o películas o exposiciones por ser rusas (volviendo cómplices del crimen de Putin a quienes quizá tengan que ver con él menos que nosotros mismos), es imposible no aplaudir el arrojo de alguien que, seguramente homenajeando a su propio pasado de lector, levanta este imponente panteón de figuras ilustres que nos recuerdan cuánto le debemos a la literatura rusa».

Esta frase del prólogo de Juan Bonilla a «Escribir en la nieve. Veinte breves biografías de genios de la literatura rusa» (Caligrama Editorial, 366 páginas) explica muy bien el propósito del último trabajo de Santiago Velázquez. Y el gran don de la oportunidad que tiene esa obra en estos momentos en que Europa, y el equilibrio geopolítico del mundo occidental, se juega su futuro, y la vida de muchas personas su presente.

Frente a los hijos de Putin que, dentro y fuera de Rusia (recuerden las fotografías y otros compadreos de los ultras europeos, como Marine Le Pen, Santiago Abascal, Matteo Salvini, con el ahora denostado dictador ruso) apoyan el megalómano proyecto de resucitar la Europa de Pedro el Grande, están los excesos de la rusofobia provocada por la invasión de Ucrania.

Santiago Velázquez arremete contra unos y otros con un documentado y ameno análisis de una veintena de los protagonistas de la literatura rusa de los dos últimos siglos. Por cierto, muchos de ellos fueron víctimas de las purgas, primero de Lenin,  luego muy ampliamente rebasadas por Stalin, que tiene ahora en el sanguinario Putin un duro competidor a pasar a la historia como el más cruel de Rusia.

Lo hace también con una diatriba contra el realismo socialista que impuso Stalin, autoproclamado «primer crítico literario de Rusia»,  a sangre y fuego. Esa «nube de humo tras la niebla de las teorías», como apunta Borís Pasternak, quien se negaba  a «escribir como quien obedece señales de tráfico».

Mijaíl Bulgákov rechaza ser un «barrendero de la literatura», y reclama que «hay que trabajar, pero trabajar con rabia».

Andrei Platónov exige dejar «en manos de los escritores la dirección de la literatura», porque «en la era de la construcción socialista era imposible ser escritor».

Varlam Shalámov, que acabó como mano de obra esclava en las minas del Gran Norte (que describe en su magistral «Relatos de Kolimá»), tiene claro que «lo que exige hoy la literatura es nuestra propia sangre».

La consecuencia de negarse a acatar los principios estalinistas en la literatura es certeramente dibujada por Ósip Mandelstam en sus versos: «Vive tranquilo y consolado/ en la opulenta pobreza, en la poderosa miseria». La pobreza era «el poeta de las desgastadas suelas». «En ningún otro lugar muere tanta gente por la poesía», se lamenta.

Vladimir Maiakovski pasa, casi en instantes, de ser el bardo de la Revolución Rusa a tener que leer un mal día en el ‘Pravda» (irónicamente, «la verdad» en ruso) que «tal vez deba aprenderlo todo de nuevo porque lo que lleva aprendido no nos enseña nada».

«Escribir en la nieve» cabalga con suma habilidad ente la biografía y la crítica literaria, gracias a virtudes como la precisión, el rigor y la amenidad que atesora su autor, como queda demostrado todas sus obras.

Lo más importante, no obstante, es que Santiago Velázquez nos invita a aprender de la vida y del testimonio de esa veintena de escritores rusos. Y descubrir (o a releer) sus obras.

Cada una de las 20 piezas de «Escribir en la nieve» se lee como un relato. Y para el que quiera profundizar más, Santiago Velázquez ofrece 17 páginas de bibliografía.

 

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