Andalucía el día después

15/06/2022

Luis Díez.

Sin actividad en el Congreso de los Diputados, la atención política de esta segunda semana del caluroso junio se centra en las elecciones andaluzas del domingo, día 19, santos Gervasio y Protasio. Las encuestas coinciden en que, por primera vez desde la creación del Estado de las Autonomías, el PP ganará en votos al PSOE. El actual presidente, Juan Manuel Moreno Bonilla, superará de largo al candidato del PSOE y alcalde de Sevilla desde 2015 hasta el comienzo de la campaña, Juan Espadas Cejas. El primero ha venido gobernando desde 2019 con el apoyo de los 21 diputados de Ciudadanos y recibirá el beneficio de la moderación. Sin estridencias ni grandes proyectos, ha hecho lo que ha podido y, al parecer, sólo ha metido la pata en los acuíferos de Doñana, cuya multa millonaria de la UE pagaremos todos los españoles.

Juanma Moreno (así le llaman), diplomado en Protocolo por la Universidad privada Camilo José Cela de Madrid (Grupo educativo SEK) cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, era profesor de Economía en esta Universidad madrileña, ha manejado un presupuesto anual de 40.000 millones de euros (40.401,7 este año), pero ha sufrido la deslealtad de sus socios de Ciudadanos y se ha visto obligado a adelantar las elecciones. Vale recordar a esa derecha volcada en generar incertidumbre a cuenta de las diferencias entre los socios del Gobierno de España (PSOE y Podemos) que la coalición progresista se ha demostrado más coherente y sólida que las formadas por el PP y Cs para gobernar en Madrid y en las dos mayores autonomías, en términos territoriales, como son Castilla y León, y Andalucía. El fiasco y el anticipo electoral han sido la tónica, cuando no la compra de tránsfugas (caso de Murcia), de las coaliciones de derechas.

Con esa realidad como telón de fondo –Moreno no olvidará la sorpresa que se llevó el 24 de noviembre de 2021 cuando los socios de Cs emplearon sus 21 diputados para rechazar el Presupuesto en el Parlamento andaluz–, es lógico que el PP quiera “estabilidad” (palabra mágica) para seguir gobernando y, como ocurrió en Castilla y León, aspire a recoger los votos de Cs. El liderazgo amable de Moreno (un amigo experto en la política andaluza, le llama “suavito”) atrae más votos que las formas bruscas e insultonas de sus correligionarios y, según las encuestas, frisaría los 50 escaños, un resultado extraordinario si tenemos en cuenta que la mayoría absoluta son 55. Esa mayoría es más que suficiente para gobernar, si bien necesitaría apoyos para ser investido presidente y, desde luego, para aprobar el Presupuesto.

Y es aquí donde la extrema derecha entra en juego. La candidata de Vox, una señora de Alicante que cocea por la boca mientras cobra dos sueldos públicos (sólo en trienios como abogada del Estado cobra más que un pescador o que un jornalero del plan de empleo rural), ya ha anunciado que sólo apoyará a Moreno si, como ha ocurrido en Castilla y León, entran a formar parte del gobierno. La ultraderecha, a pique de los 20 escaños en las encuestas, no quiere ser menos que Cs. Lógico. Y ese es, precisamente, el dilema que se le presenta a Moreno y, sobre todo, al líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo, el día después. ¿Qué hacer? ¿Repetir la jugada de Mañueco y pactar con Vox, buscar otros apoyos o repetir las elecciones? Cosas veremos y por los hechos los conoceremos.

Luego ya, cuando un candidato como el socialista Juan Espadas Cejas, afirma que va a derrotar a las encuestas, no sólo quiere decir que va perdiendo, sino que, llegado el caso, se conformaría con repetir el resultado de su antecesora Susana Díaz. Espadas, alcalde de Sevilla desde 2015 hasta el comienzo de esta campaña, ha tenido poco tiempo desde su elección en las primarias del PSOE para darse a conocer o, tal vez, ha perdido mucho. Proyecta una imagen de hombre tranquilo y sensato, más de despacho que de calle y, en fin, más de mus, como su segundo apellido indica, que de esgrima, como el primero sugiere. Cierto es que las subdivisiones de la izquierda del PSOE le dejan al pairo, sin compañeros de viaje. Así que, como decía don Quijote en la cueva de Montesinos, paciencia y barajar.

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