«Antología de poetas de la Esperanza con voz propia» (Hispano Chilena, 112 páginas) supone la presentación del movimiento Poesía de la Esperanza, fundado en 2017 (por eso también se le conoce como Movimiento del 17), por 115 poetas de 20 países.

Este movimiento se compromete a «descubrir voces donde se creía que sólo había ecos», considerando que «todos los poetas con voz propia son grandes y todas las poesías con voz propia son buenas» y que «la poesía humilde, sencilla, imperfecta, libre y popular con voz propia no sólo es necesaria sino, además, auténtica».

Como toda antología que se precie, se trata de un libro irregular, con versos de Fátima Nascimento, como «silencios tímidos vestidos/grabados en mi alma mensajera», en los que «la luz sale de su manto oscuro/y llena todos los rincones de la galaxia», para pedir «haz de mi cuerpo madera para arder».

Doris Donis canta «por las sonrisas/que podemos/regalar/y por las/ que nos regalan/y son un bálsamo/de amor al alma».

Rosa Melia Henríquez de Nájera escribe un poema «con gotas de lluvia suspendidas en una raya pintada en el viento».

Pepa Montero, una de las aportaciones españolas al Movimiento del 17 (también figura un poema de Luis Fermín Moreno) y autora de los mejores poemas de esta antología tan dispar, describe «la furia helada, deslenguada/de nuestro diálogo de estatuas», pero también «la garganta encinta de palabras» y «una herrumbre de recuerdos».

Sol Barrera (Kinsha), mexicana de raíces oaxaqueñas, habla de un «viajero del mundo entre letras», «generador de silencios».

El colombiano Jorge López Garcés menciona en «Aprendizaje» a los que «alimentan esperanzas para después acribillarlas». Y en otro poema, «El loco», éste camina «de prisa sobre/ la cuerda floja del olvido».

Probablemente los mejores versos de esta antología de la esperanza sean de la cubana Elizabeth Santiago Gómez: «Naufragan las respuestas en una isla de dudas».

La antología nos ayuda a descubrir que «el éxito no está en los logros obtenidos» sino que «está en los obstáculos superados», como proclama Susana Norambuena.

Y que «la carga de la vida es como una muralla /tan difícil treparla, y no poder derrumbarla», como canta Hamza Boulmal, de Marruecos.