Tres días después del triunfo con mayoría absoluta (58 de 109 escaños) de Juan Manuel Moreno Bonilla en las elecciones autonómicas andaluzas, la portavoz parlamentaria del PP, Concepción Gamarra, trasladó al Pleno del Congreso el nuevo estilo de oposición de su superior Alberto Núñez Feijóo. Gamarra aparcó los denuestos, prescindió del lenguaje brusco, visceral y crispado. Señal de que las formas de Moreno Bonilla son mejores.

En tono suave solicitó diálogo y concertación al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre el nuevo paquete de medidas económicas contra la carestía y la inflación provocadas por la guerra de Putin que el Ejecutivo se dispone a aprobar el viernes, y del que Sánchez avanzó que reducirá el IVA al 5%. Ante la próxima cumbre de la OTAN en Madrid, Gamarra ofreció también un pacto de Estado en materia de Defensa y Seguridad, en contraste con el antiatlantismo de los socios de Podemos. A lo que Sánchez, consciente de la necesidad de fortalecer la defensa, prefirió guardar silencio.

Hubo, eso si, exclamaciones de sorpresa entre los socialistas y en otras bancadas de la izquierda ante el nuevo estilo del principal partido de la oposición. Y no faltó alguna expresión irónica cuando Gamarra dijo que “esta es una oposición que no insulta, no incordia, que hace propuestas positivas para España”. A lo que Sánchez respondió negando la mayor: “En estos treinta meses hemos tratado de tender puentes, de dialogar y negociar, pero ustedes han rechazado las subidas del salario mínimo y de las pensiones, que quieren congelar, y se han opuesto a otras medidas a favor de los ciudadanos y las familias; sus propuestas son retroceso social. Pero este Gobierno no se formó para repetir el desastre social”.

Puesto que la portavoz del Grupo Popular había iniciado su intervención echando en falta la reacción del dirigente socialista a “su debacle en Andalucía”, Sánchez respondió con una cita de José Saramago: “Las derrotas tienen algo positivo, y es que nunca son definitivas, y las victorias tienen algo positivo, y es que jamás son definitivas”, tras lo cual reconoció la gran victoria de Moreno Bonilla, la legitimidad del Ejecutivo que forme (“aunque ustedes no la reconocen a este Gobierno”, añadió), una oposición constructiva y positiva, así como el apoyo y la colaboración en favor de los ciudadanos de Andalucía. Tanto Sánchez como Gamarra evitaron una lectura más amplia del resultado que les habría permitido felicitarse del estancamiento de la extrema derecha racista, machista, homofoba y facciosa.

Los portavoces de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, y de Compromís, Joan Baldoví, completaron la terna de preguntas al jefe del Ejecutivo. El primero, con una cuestión genérica: “¿Cómo piensa acabar la legislatura?”, llevó a Sánchez a responder del mismo modo: “Como la hemos empezado, protegiendo a los ciudadanos y a las familias, abriendo un diálogo con Cataluña para construir convivencia y transformando la economía con justicia social y solidaridad”. Y el segundo, con una cuestión concreta sobre la falta de ejecución presupuestaria en la Comunidad Valenciana, en contraste con la sobre ejecución de la inversión en Madrid, obtuvo la respuesta, también concreta: “Parálisis de la actividad por la pandemia y rescate de las autopistas en Madrid”.

Con todo fue Rufian quien, después de replicar que Sánchez no había entendido su pregunta y hacerle saber, exagerando el precio de las sandías y los melones, que se refería al encarecimiento del coste de la vida, “algo que nos va a achicharra a todos”, obtuvo del presidente del Gobierno la noticia del día: la bajada del IVA de la luz al 5% después de haber reducido el impuesto del 21 al 10% el otoño pasado. “Me gustaría que en lugar de criticar apoyen el decreto”, pidió Sánchez a los de ERC.