Quieren robarnos una fuente segura, el INE

29/06/2022

Hernando F. Calleja.

Los periodistas para llevar a cabo nuestro trabajo tanto informativo como de opinión bebemos en fuentes en las que confiamos que su agua no está contaminada. En algo más de cincuenta años de periodismo, una sola vez me salió rana una fuente. Creo que he tenido suerte, porque sé de otros compañeros a los que fuentes tóxicas les tendieron trampas, algunas enmarañadas y pérfidas, que les llevaron a cometer errores que han lamentado toda su vida.

A uno de ellos, a quien llamaré por su nombre propio, Jesús, el sentimiento de culpa le llevó directamente a la renuncia profesional. Se ha sentido culpable durante más de treinta años de haber publicado una noticia errónea que tuvo consecuencias muy negativas para varias personas. Yo sé que la fuente que le brindó la información falsa fue la única culpable de abusar de un amigo, de traicionar la confianza que había depositado en ella. Mi compañero ha regentado un bar desde que dejó el periodismo y quizás aquel mal paso le ha permitido una vida mejor de la que hubiera tenido de seguir en la prensa, pero cada vez que nos vemos, todavía lamenta aquella información.

No aspiro a que toda una vicepresidenta del Gobierno y ministra de Economía, doña Nadia Calviño, comprenda lo que para un periodista es una fuente fiable, segura, sin segundas intenciones, sin escondidos intereses. Pero sí me gustaría que alguno de sus responsable de prensa le transmitiera que en cuatro decenios largos de información dedicada a la economía, a nadie se le ocurrió arrebatarme la confianza en una fuente oficial de información, de la que he bebido durante toda mi carrera.

Las presiones sobre un probo funcionario, llamado Juan Rodríguez Poo, para que acabe dimitiendo de la presidencia del Instituto Nacional de Estadística (INE) las imagino tremendas. Conocemos las descalificaciones públicas de él mismo y de los demás funcionarios del INE, no es difícil imaginar las maniobras que ha padecido sin que hayan trascendido, por el momento. Y todo porque los datos estadísticos no dan la razón a la señora vicepresidenta. Fuentes Quintana,  Abril Martorell,  García Díez, Boyer, Solchaga, Solbes, Salgado…  nunca hubieran tenido la osadía de acallar a quien ponía de relieve la adversidad de los datos de las sucesivas crisis por las que hemos transitado.

Calviño ha optado por lo peor, por sembrar la duda a todo periodista responsable. Ha arruinado la imagen del INE. Sólo falta que, además, nombre presidente del INE a un secretario de Estado, que acaba de dimitir oportunamente, para poder decir que ya no es un alto cargo gubernamental. A las insidias se une la falta de decoro político, como en su día se nos obligó a desconfiar de la Fiscalía General del Estado nombrando a Dolores Delgado quien, por cierto, ha escrito un articulito sin substancia en un periódico esta semana, en el que afirmaba la transparencia de su gestión, como si la obligación legal y moral de la transparencia se pudiera despachar con un articulo dominical.

A mí, que una vicepresidenta nos ponga en ridículo en la Unión Europea y especialmente en Eurostat me importa una higa. Lo que me importa es que ya no podré confiar en lo que diga el INE durante lo que quede de su mandato. Me importan tener que bucear en otras fuentes, valiosas, pero no neutrales; científicas, pero no independientes; periódicas y no publicadas cuando convenga a quien sea.

Eso es lo que me ha quitado, señora Calviño. A mí y a mis improbables lectores.

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