«Todos somos susceptibles de volvernos idiotas», cuenta Iñaki Marañón en «La última plaga» (editorial C&M). El autor explica que en enero de 2019, en una conversación, le surgió la pregunta «¿Qué pasaría en el mundo si apareciese un virus que matase solamente a los idiotas?» y que, un año después, lo que era una novela de ciencia ficción, «se convirtió en una crónica de actualidad».

Porque la pandemia de «La última plaga» solamente ataca a los egocéntricos, a los que tienen personalidad tóxica, a los que padecen de narcisismo patológico, y especialmente a los que les da «un subidón de soberbia».

En un momento en el que «la supervivencoa humana se agotaba como una hermosa flor después de haber sido cortada», el mensaje de los políticos (los que lograron sobrevivir al virus de los idiotas) es que «a veces es necesario quitar algunas hierbas para que crezcan las flores».

Pero la sociedad no asume las conclusiones de la neuropsiquiatra, que se incorpora como asesra de la Federación Organizativa para Librarnos de la Lacra Aterradora y Repulsiva (Follar). Fundamentalmente, por «el miedo al juez desconocido que los podía condenar sin mediar palabra». Y porque «jugar a ser Dios era un deporta peligroso».

En «la morada de los dioses caídos», el mundo reclama «un nuevo líder que los libere de su pecado», provocando «cierto aire de sumisión en la población».

Pero el virus de los idiotas se cura con examen de conciencia y «firme propósito de enmienda», para descubrir que «la humildad es una de las armas más poderosas contra el sistema capitalista actual».

El problema es que «todo son atajos para conseguir el objetivo con menos esfuerzo», lo que explica el desenlace de esta novela.