Playas de postal muy cerca de España

29/07/2022

Carmela Díaz. El Algarve está repleto de rincones vírgenes y paradisíacos, de playas de arena blanca, dunas, naturaleza y aguas cristalinas.

El Algarve está repleto de rincones vírgenes y paradisíacos, de playas de arena blanca, dunas, naturaleza y aguas cristalinas. Por eso, si todavía no has decidido tu destino vacacional o si viajas a Portugal este verano, apunta estos rincones marinos poco masificados y de gran belleza.

Playa do Barranco. Árboles frutales al final de un valle que se precipita al mar en un barranco que da nombre al arenal. Parece el Edén y, desde luego, tiene poco que envidiarle. Esta pequeña playa en Vila do Bispo tiene todos los encantos para convertirse en la favorita de los amantes de los rincones especiales y solitarios. Una bahía de aguas cristalinas que forma una piscina natural y casi privada y ricos fondos marinos que atraen la curiosidad de buceadores y aficionados al snorkel.

Playa de la Isla Desierta. Su mismo nombre es sumamente evocador. Se trata de una playa de unos diez kilómetros de arenas finísimas y blancas que la gente la conoce como Ilha Deserta. Es una de las playas naturistas oficiales, a la que únicamente puedes acceder en barco desde el muelle de Porta Nova, junto al castillo de Faro, la capital del Algarve. Si prefieres ir por tu cuenta, también tienes la opción del taxiboat. Al llegar encontrarás un rincón único que se esconde en el punto más meridional de Portugal: el Algarve tranquilo, silencioso y bello, en el que también hay un restaurante para comer o tomar algo.

Playa do Castelejo. Este arenal, en el Parque Natural do Sudoeste Alentejano e Costa Vicentina (Vila do Bispo), es un espectáculo en todos los sentidos. Delimitado por dos colinas verdes y vigilado por acantilados de hasta 140 metros de altura es el enclave perfecto para relajarse. Aquí también se reúnen surfistas que juegan a esquivar la Pedra da Lage, un castillo rocoso que emerge en mitad del agua y sirve de abrigo a numerosas especies marinas.

Playa da Arrifana. Es una ensenada en forma de concha en la que el océano se adentra para dejar una orilla de aguas cristalinas que invita al baño desde que llegas. De respaldo, un impresionante acantilado de pizarra oscura que protege del frío y del viento y, en su parte norte, los vestigios del mayor ribat musulmán de la Península Ibérica, una fortaleza-convento de gran valor arqueológico que hace de este lugar un escenario de película. En mitad del agua, la Pedra da Agulha, un icono de la Costa Vicentina, vigila que nada altere la tranquilidad de los nidos de las cigüeñas blancas.

Playa do Telheiro. Se trata de la última playa antes del cabo de San Vicente, donde hace millones de años las tierras chocaron y dieron lugar a un enclave espectacular. Es una mina para los geólogos e inspiración para cualquiera, por su paleta de colores en tierra y su mar de azul intenso. Aquí se encuentran cara a cara el macizo oscuro de pizarra de la costa occidental (antigua cordillera) y el borde sedimentario del sur, con sus arenas anaranjadas (por el gres de Silves) y las piedras calizas que el viento y el mar esculpen a su antojo.

Playa do Homem Nu. Conocida como la playa del Hombre Desnudo, recibe su nombre debido al único superviviente de un naufragio que llegó sin ropa a las orillas de este impresionante arenal. Es un espacio naturista, virgen y salvaje, situado en la parte occidental de la isla de Tavira.

Playa da Salema. Su arenal fue elegido por el diario británico The Guardian como una de las cincuenta playas más bellas del mundo. Un encantador pueblo de pescadores situado en Vila do Bispo en el que mezclarse de verdad con la auténtica vida de los marineros. Los pescadores regresando a puerto tras la faena, la descarga, las redes… no comerás un pulpo o un sargo más delicioso que el que te prepararán en los restaurantes de Salema. La localidad también cuenta con ruinas de una villa romana y hasta de huellas de dinosaurio de hace 140 millones de años sobre las rocas de los acantilados.

Playa de Benagil. Situada cerca de la ciudad de Lagoa, esconde el mayor secreto natural que guarda el Algarve: la cueva de Benagil. Una gruta natural excavada por el océano y el viento durante miles de años, coronada por una claraboya que deja penetrar una luz que crea una atmósfera casi angelical. El espacio (al que se aconseja acceder en canoa o en barco) es un auténtico templo desde el que observar el mar; algo así como penetrar en las entrañas rocosas de Portugal.

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