Los estragos de la canícula en las vicepresidentas

03/08/2022

Hernando F. Calleja.

Las escaramuzas de las vicepresidentas de este Gobierno serían divertidas, si no fuera porque tienen como referencia el bienestar y la tranquilidad de los españoles. Les confieso que a mí no me hacen mucha gracia. Para toda estación, pero preferentemente para cuando hay tiempo para leer un libro de un tirón, prefiero a PG Wodehaouse, Jardiel Poncela, Joan Butler, J.K. Jerome, cualquiera de los dos Campanile o A.A. Thomson, por citar algunos de mis asiduos.

Veamos. Cuando Díaz andaba azacaneando con su componenda política, Calviño convocó a los agentes sociales para hablar de pacto de rentas. Cuando Díaz hizo una lectura casi prudente de los datos de la EPA del segundo trimestre de este año, Calviño lanzó al aire toda la pirotecnia para señalar el rotundo éxito de las cifras del empleo facilitadas por el INE (en esos días, todavía descabezado). La casi prudencia de Díaz estaba justificada porque, a esas fechas, conocía el quiebro de tendencia que unos días más tarde haría público su propio ministerio.

Díaz, que va a lo suyo, como todos, no podía marcharse de vacaciones dejando el mal sabor de boca de los datos de desempleo y, por ello, hace el mutis veraniego con la convocatoria a los sindicatos para hablar en septiembre de la nueva subida del Salario Mínimo Interprofesional, cuando lo que tiene Calviño entre ceja y ceja es el pacto de rentas, que es lo contrario de dar otro empujón unilateral al SMI.

Entretanto, la ministra Montero, (la de Hacienda, digo, que no es vicepresidenta, pero está en ello tras su elevación a segunda del PSOE), cabalgando sobre un incremento  inusual de ingresos fiscales (solo por IRPF alcanza el 15,8 por ciento en el primer semestre, en términos homogéneos) ha vuelto a inflar el gasto para 2023 como si no hubiera un mañana. Le importa una higa que, con toda probabilidad, la comisaria de la Competencia de la UE, Margrethe Vestager, plantee sus dudas sobre la decisión de imponer a la banca y a las eléctricas un impuesto transitorio sin permitir que las empresas de ambos sectores trasladen esa exacción a sus respectivas clientelas, lo que sería falsear la competencia en estos sectores, que son de libre concurrencia en el mercado europeo.

A este coro desafinado  se ha unido la ministra de Educación y FP, Pilar Alegría, entiendo que en su nueva función de portavoz de la Ejecutiva del PSOE. Podía haberse callado y no someterse al ridículo, pero cómo sustraerse a ejercer sus nuevos cometidos. La titular de Educación aplaude la decisión del Gobierno vasco de deflactar la tarifa del IRPF en su territorio, lo que me parece muy bien. Pero a la hora de explicarse, como que no da en el clavo. Confundiendo tarifa del impuesto con declaración personal sobre el mismo, afirma que “las personas que perciben menos de 24.000 euros no tienen que hacer la declaración de la renta, por tanto, si se deflactara el IRPF, estas familias que suponen algo más del 20 por ciento de la población total en nuestro país, no verían ningún beneficio”.

Por si ninguno de sus asistentes en el ministerio o en el partido le saca del error y sin cobrarle nada por ello, me veo obligado a señalarle que las rentas de hasta 12.400 euros están sometidas a un tipo estatal del 9,5% y al 19 por ciento, total; las que van de esa cifra de ingresos a los 20.200 euros, están sometidas al 12 por ciento estatal y al 24 por ciento total. Todas ellas sufren las correspondientes retenciones a cuenta y todas padecen una tarifa no deflactada. Por mucha alegría que quiera dar a nuestro trabajo, no confunda el pago con la declaración. Es demasiado elemental.

Presidenta del INE

Como hablé de este asunto en un artículo de hace unas semanas, voy a decir que el nombramiento de Elena Manzanera para presidir el Instituto Nacional de Estadística me da un poco de aliento. Afortunadamente no se ha cumplido el presagio que corría por los medios de que alguno de los dos secretarios de Estado cesados unos días antes podría ser el destinatario del despacho principal del INE. Quiero creer, su currículo parece avalarlo, que se trata de una profesional competente en la materia, capaz de ejecutar su trabajo con neutralidad política sobre tan valiosos instrumentos como son las estadísticas económicas y sociales. Y aprovecho  para hacerme eco de lo que pedía el buen economista que es José Juan Ruiz, hace unos días. (Recuperad el pasado macro. El País, 31 de julio). Que resumo en pedir que se hagan accesibles las estadísticas históricas y lo que es muy importante, que se afronte “con profesionalidad la ingrata tarea de empalmar las viejas y las nuevas series” [estadísticas].

Emilio Ontiveros

Despedido desde aquí a Emilio Ontiveros otro de los buenos economístas que, sobre todo, evitaron miles de veces que metiéramos la pata por falta de conocimientos. Bastaba una llamada, que siempre contestaba. A veces, en broma, le prometía que el año que viene me matriculaba en su facultad y el me contestaba que me resultaba más barato y seguramente más eficaz llamarle por teléfono. Así una y cientos de veces, en más de cuarenta años.

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