La crisis energética está desbaratando las  políticas energéticas a corto y largo plazo. Ahora la prioridad se centra en asegurar el suministro ante un invierno que se perfila muy problemático, con unas reservas de gas que no cubrirían la demanda doméstica e industrial en algunas de las economías más relevantes de Europa

Si bien la crisis es global y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala en su último informe que los países reaccionarán con un aumento del consumo del petróleo ante los problemas en el suministro de gas, que se ha originado por la ofensiva bélica en el este de Europa y que impactó incluso antes de que Rusia invadiese Ucrania en febrero de este año.

El petróleo es más fácil de transportar ya sea por oleoductos o por barco que el gas que precisa de infraestructuras como las plantas de licuefacción y de regasificación. La oferta está más diversificada y los precios, aunque sean elevados y volátiles, su cotización no se ha incrementado como el gas. El mundo no depende tanto del crudo ruso como del suministro gasista.

De hecho los datos la demanda de aparatos que puedan ser una alternativa a posibles cortes o racionamiento del gas se ha disparado, incluso han desaparecido de los establecimientos. Y parte de ellos, como las bombas de calor-frío o calefactores, se alimentan de las redes eléctricas.

Si bien otro documento de la agencia relacionada con la OCDE proyecta un crecimiento más rápido en la inversión en el sector eléctrico, en especial en energías renovables y redes de transporte, así como en la mejora de la eficiencia energética. El aumento del dinero destinado energías verde se centrará en China y en las economías más avanzadas. Si bien, en línea con el temor al desabastecimiento en varios países se están impulsando una mayor inversión en combustibles fósiles, como en las minas de carbón.