El Partido Socialista se despliega. Con la llegada del nuevo curso político, sus dirigentes, que sí se creen las encuestas por la cuenta que les tiene, han decidido lanzar una campaña didáctica sobre las bondadosas medidas gubernamentales. Aunque solo sea por comparación con la crisis financiera, tienen tela que cortar. El lema, “el gobierno de la gente”, lo mismo vale para el Ejecutivo central que para los autonómicos y locales, así que ahí, en la palestra, veremos a ediles, regidores, consejeros, ministros y presidentes relatando el acierto de sus decisiones para salir de la pandemia con el menor daño posible, aunque todavía no sepamos con precisión cuántas vidas (más de cien mil) se llevó por delante y explicando las medidas sociales contra el desempleo y la pobreza.

La campaña didáctica del PSOE comienza el próximo fin de semana con un mitin de Pedro Sánchez en Sevilla, seguido de otro en Toledo, y así sucesivamente. La movilización requiere motivación y las huestes esperan los exordios de los líderes, que para eso los han elegido. La bandera del socialismo democrático o socialdemocracia ha de recuperar el terreno perdido en Andalucía en primer lugar. Sin el triunfo socialista en el sur será difícil ganar en el conjunto de España. Los mandos son conscientes de que en Madrid, donde se dejaron arrebatar la bandera de la libertad, en plena pandemia, por la pupila de Aguirre y Aznar-Rodríguez, predominan el PP y Vox, Y otro tanto sucede en Castilla y León y en Galicia.

El objetivo de Sánchez al desplegar al partido en la explicación y defensa del proyecto socialista mayoritario y positivo para la libertad, la equidad y el progreso de los ciudadanos consiste en que valoremos su forma de gobernar, la experiencia adquirida, el liderazgo europeista y, entre otras materias, el dividendo de la honradez y que los hechos diferenciales (inexperiencia, “nazionalismo”, españolismo chusco y corrupción) sigan pesando en las alforjas de la derecha. Lógico.

Con todo, la apuesta de los ricos, las corporaciones y los patrones por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo está más clara que el agua de manantial. Le consideran un buen sucesor de Mariano Rajoy, proclive a la suavidad fiscal y, llegado el caso, al trato de favor. Las encuestas le van consolidando como alternativa con el apoyo (todavía) de la ultraderecha. La imagen de hombre sensato, con su bagaje gallego, resulta más aceptable que la de su antecesor Casado. Y le auguran mucho recorrido.

Después de todo, para el cronista parlamentario, la orientación del curso político indica un mayor peso de la calle, de la precampaña electoral ante las municipales y autonómicas de mayo próximo y las generales a continuación que del debate legislativo y de control al Gobierno en el periodo de sesiones que comienza. A lo dicho se añadirán las movilizaciones sindicales por unos salarios menos injustos ante la escalada de los precios.