El primer cara a cara del nuevo periodo de sesiones entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición tuvo lugar la tarde del martes, 6 de septiembre, en el Senado, y dejó al aspirante con el morro fruncido, como si le hubiera sentado mal el café. Al presidente Pedro Sánchez le bastó el comportamiento parlamentario del PP en los pocos meses que Alberto Núñez Feijóo lleva al frente del partido y un manojo de titulares de periódicos para amargarle la merienda y acaso curarle la “hablitis”.

Sobre la materia, la crisis energética provocada por la guerra de Putin contra Ucrania, el presidente socialista defendió el acierto de las medidas adoptadas por el Ejecutivo desde que las grandes compañías eléctricas comenzaron a hacer su agosto, hace un año, y describió el “no a todo” del PP hasta el momento presente en que Sánchez espera que al menos voten a favor de la reducción del IVA del gas del 21 al 5%.

Feijóo, consciente de que el rechazo del PP a las medidas de apoyo a los ciudadanos, comenzando por la clase media y trabajadora, no era “popular” precisamente, se refugió en la consabida y manida petición a Sánchez de que renuncie a recibir los apoyos de Esquerra y de Bildu, como si sus votos no fueran tan democráticos como los del PP. A partir de ahí dio poco más de sí. “Yo por lo menos no insulto”, vino a decir.

Anda que no, le replicó Sánchez, citando algunos dictadores sanguinarios como Trujillo y Somoza al hilo de “El otoño del patriarca”, la novela de Gabriel García Márquez utilizada por el gallego en sus mítines y declaraciones para describir la morfología y las decisiones del presidente español.

El recorrido del derechista Feijóo, que había solicitado el debate, fue ciertamente escaso y quedó anclado en un documento de propuestas sobre política energética que el socialista Sánchez dijo haber estudiado y desestimó con los siguientes argumentos: “El primer grupo de medidas ya se han adoptado, incluida la reducción del IVA que subieron ustedes cuando gobernaban; el segundo carece de eficacia y sobre el tercero se podría hablar”.

En realidad, el primer objetivo inmediato del “representante de las grandes energéticas”, como calificó Sánchez a Feijóo, era evitar el impuesto especial a los beneficios extraordinarios, y el segundo, impulsar la construcción de una nueva central nuclear, algo que ni resolvería el problema del abasto ni figura en las prioridades del país, destacó Sánchez, quien mantendrá la cuenta atrás del cierre de las nucleares a partir de 2027.

Aunque el jefe del Gobierno ya había arrugado las fauces del dirigente conservador al colocar su discurso y su ramillete de declaraciones veraniegas entre “la insolvencia y la mala fe”, le asestó el golpe final cuando dijo: “Usted no ha mencionado una sola vez la emergencia climática; pregunte a los jóvenes sobre el futuro”. Y a continuación apostó por acelerar la transición energética como una necesidad derivada no sólo de las represalias energéticas de Putin sino, sobre todo, del cambio climático. Con todo, pidió, una vez más, el apoyo de la derecha a las energías limpias y renovables. Pero sobre eso, como sobre el cumplimiento de la Constitución en relación con la renovación del Consejo del Poder Judicial, Feijóo ni mu.