Sobredosis monárquica

12/09/2022

Josep M. Orta.

Evidentemente Isabel II ha puesto cara a los últimos setenta años de la historia del mundo pero ahora uno se sonroja al ver la cantidad de papel, emisiones de radio o de televisión que todos los medios le dedican e incluso los calificativos que le dedican a su figura. Al fin y al cabo se dedicó a poner voz a los gobiernos de turno, de acuerdo con su papel constitucional. Sí que era, como bien refleja la serie Crown, ser una persona distante, fría, sin emociones, – lo único que le parecía interesar era mantener la monarquía – con toda su parafernalia y simbolismos – por encima de sus súbditos. Seguro que tenía sentimientos, pero los disimulaba muy bien (recuérdese el “año horrible”).

Este era su papel, no meterse en política, evitar en la medida de lo posible los escándalos familiares y, además, ser un atractivo turístico que reportaba no pocas ganancias al sector.

Pero esta sobredosis edulcorada del mundo irreal de Isabel II (y lo que aún nos queda) en Catalunya el pasado viernes dejó en segundo plano las vicisitudes de la familia real británica para volver al mundo real. Una caída del sistema informático de ADIF dejó sin ferrocarril durante unas horas a toda la población (solo funcionaba el AVE) para la desesperación de no pocos ciudadanos que usan este medio de transporte a primeras horas de la mañana dejándoles sin alternativa a sus viajes, especialmente sus obligaciones laborales o sus citas sanitarias.

Los problemas del servicio de Cercanías en Catalunya son crónicos, retrasos, averías, falta de mantenimientos y, sobretodo, un gran déficit de inversiones para mantener el servicio en estado de revista. No es extraño que la Generalitat reivindique día sí día también el traspaso de este servicio con el convencimiento que mejoraría notablemente sus prestaciones. Los diferentes gobiernos que han ocupado La Moncloa dicen ser consciente del problema. A cada incidente todo son excusas acompañadas de promesas que después se las lleva el viento, mientras el servicio sigue siendo tercermundista.

Es evidente que los catalanes pudieron evadirse por unas horas del idílico mundo irreal y tocar de pies en el suelo sobre los problemas de su vida diaria.

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