Las ceremonias fúnebres por la reina Isabel han tenido una grandiosidad impresionante con un trabajo de protocolo que ha rozado a la perfección. La televisión -ha permitido que miles de millones de personas de todo el mundo siguieran la ceremonia mientras millares de londinense se aglomeraban por las calles de la ciudad durante largas horas para disfrutar de los breves segundos que pasaba por delante la comitiva fúnebre.

Este impresionante despliegue de medios, esta recopilación de tradiciones y el estricto protocolo británico ha sido un gran espáctaculo que, por su magnitud, difícilmente se volverá a repetir. Ha sido un despliegue propio de los imperios decimonónicos magnificado hoy por la televisión.

Mandatarios de muchos países (muchos de ellos ostentan el cargo sin que les haya elegido nadie) dieron lustre al evento, para satisfacción de la prensa rosa que les ha dado tema para meses, desde las pamelas de las señoras hasta la moda fúnebre de sus vestidos. Los invitados a la ceremonia representaban la élite de los que manejan el mundo y los que con sus decisiones nos regulan la vida.

Este acto era un “revival” del imperio que en su día fue, del pasado colonial y del distanciamiento de la Corona con sus súbditos. Mientras unos estaban sentados cómodamente en el templo o codeándose con sus colegas, los súbditos se apelotonaban en la calle quizás por fervor monárquico o puede que por asistir a un espectáculo gratuito. El protocolo británico puso a cada uno en su sitio. Es una máxima del poder:dejar muy claras las distancias entre quien manda y quien no tiene más remedio que obedecer.

Con toda la parafernalia que ha rodeado a la despedida de Isabel II Gran Bretaña ha ganado por goleada a los eventos del Vaticano, otro especialista en dar magnificencia a sus actos en especial con la muerte de los pontífices y para dejar claro donde está el poder y donde quedan relegados los súbditos.

A nadie parece importarle el coste de este periplo funerario, pero mañana, con premier recién estrenada, será el día que los ciudadanos británicos se despierten de este vetusto sueño imperial y se reencuentren, con la inflación disparada, la sanidad pública más que deficiente, los precios en subida libre, las nefastas consecuencias del brexit…. Pero en cualquier caso habrán disfrutado del mayor espectáculo del mundo.