La tentación de la carne

25/09/2022

Miguel Ángel Valero. Luis Garcia y Adelino Gil mejoran su propuesta gastronómica en El Ancla, al final del Lago de la Casa de Campo, con una nueva carta de carnes.

Ya lo decía Oscar Wilde en ‘El retrato de Dorian Grayh’: “La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal”.

Y la mejor forma de evitar la tentación de la carne es, desde luego, caer en ella. Y hacerlo en sitios como El Ancla del Lago (Paseo María Teresa, 2, 91.354.36.07, lunes cerrado), que, ahora que vamos despidiendo el verano, se ha puesto con las manos en la brasa.

Porque Luis Garcia y Adelino Gil mejoran su propuesta gastronómica en la Casa de Campo (no tiene pérdida: el último restaurante que bordea el lago) con una nueva carta de carnes, donde se podrá disfrutar de platos tan sabrosos como sugerentes como:

  • La Parrilla con carbón de lomo de buey (es un  kilo de carne, que puede resultar excesivo para dos personas, por ejemplo, pero el restaurante ofrece tupper dentro de su lucha contra el desperdicio de alimentos),
  • el Chuletón de ternera,
  • la Paletilla Lechal,
  • su Solomillo de Ternera
  • o el Conejo al ajillo entero.

En El Ancla del Lago recomiendan acompañar estas carnes con sus pimientos asados y cebolla morada o con sus pimientos del piquillo rellenos.

En un entorno de Naturaleza, con inmejorables vistas del lago, de la Casa de Campo y de Madrid, la terraza de El Ancla tiene otras ventajas: es ideal para ir con niños y con animales domésticos, porque no hay que preocuparse del tránsito de peatones, ciclistas, patinetes eléctricos y otros vehículos.

Y la carta de El Ancla del Lago no solo tiene carnes a la brasa: es inmejorable su arroz con bogavante, el pulpo a la brasa, y sus raciones, como las croquetas o el paté, son más que generosas (sin que la cantidad merme la calidad), en una propuesta tan castiza como el lugar donde se asienta el restaurante. Sin olvidar postres como el pudding casero. O un té negro pakistaní, especiado, que evoca al Lejano Oriente y que se puede tomar solo, con leche, o con unas gotas de ron.

 

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