Malditos segundos

21/11/2011

diarioabierto.es.

Él va dentro del mismo vagón que ella. Repasa apuntes y sostiene su cabeza, por la frente, con la palma de su mano. Hoy tiene un examen muy importante, en el que no debe de fallar. Anoche apenas pudo estudiar, Ernesto, como él se llama, cuida de su madre enferma desde que Ernesto cumplió los 15 años y ella fue olvidando el nombre de su hijo. Y él pudo elegir mantener a su madre, a su lado. No quería ayudar a ese manto que cubría la memoria de su madre, a olvidar que tenía un hijo que la quería con cada fibra de su ser. Por eso, decidió llevar todo a la vez: la casa, los estudios, los cuidados de su madre y su vida.

Y hoy se ha encontrado con los ojos de una muchacha muy hermosa, que está sentada justo en frente de él, perdida en la pantalla de su móvil. Tecleando sin parar.

Las dos veces que ha despegado la mirada de la pantalla de su teléfono ha sido para mirar a Ernesto. Tal vez, a ella, le ha llamado la atención sus ojos, esa pose que adopta, de hombre cansado y frágil. Tal vez, ella, ha vislumbrado, entre toda la gente, más allá del movimiento del tren y de las prisas, el interior de Ernesto, sus sueños. Y ha quedado cautivada por ese hombre que puede con todo.

Ernesto no ha dejado de mirar a la muchacha. Sus apuntes quedan sobre sus rodillas. Es la primera vez que Ernesto deja de pensar en algo que no sean sus responsabilidades, tras tanto tiempo. Y ha sentido ese cosquilleo tierno en el estómago. El principio de algo, que tiene la sensación de que quedará en nada, pero nota que algo empieza a brotar dentro de él.

Aún no han hablado. La chica parece que sonríe. Ernesto no sabe que la chica está escribiéndose mensajes por el móvil con un chico que conoció hace algunos días y que despertó algo parecido al amor en ella. Tampoco sabe que la chica se llama Amanda, y que hace varios meses que llegó sola a la gran ciudad. A tratar de trabajar para vivir.

Ernesto busca la manera de entablar conversación con ella, pensando en la locura que conlleva todo eso, en el posible rechazo y en que hace mucho, mucho tiempo que no se acerca a ninguna mujer. Porque hace mucho tiempo que ninguna mujer capta su atención.

Ella le ha mirado varias veces más. Ha guardado su teléfono y ha buscado algo en su bolso.

Ernesto piensa que ha llegado el momento. Ha estado durante 10 largos minutos mirando a la muchacha, apartado de sus apuntes, de las responsabilidades , desconectado de su mundo cotidiano. Sintiendo esas cosquillas en su interior que le llevan a querer acercarse a la chica para decirle algo. Aún no sabe qué.

Pero las decisiones y la vida a veces sorprenden. A veces solo es necesario un segundo de más o de menos, para perderlo todo.

El tren se detiene en una parada cualquiera. La chica se pone en pié. Las puertas se abren y ella sale. Todo transcurre en tan solo unos segundos.

Ernesto corre hacía la ventana y la ve alejarse. Se maldice por no haber salido por la puerta con ella, tal vez le hubiese dado tiempo. Ahora solo puede ver como ella se aleja. Y él, por dentro, solo piensa: mírame, mírame, mírame.

Y la chica, como por arte de magia. Como si se tratara de una película, se gira lentamente y clava sus ojos en la ventana donde está Ernesto, que ha acercado un papel al cristal, apretándolo contra éste para que pueda verse bien. Ha dibujado un corazón muy grande y dentro ha escrito: NO TE VAYAS.

Pero ella desde lejos no alcanza a leer el papel, aunque se la ve entrecerrar los ojos tratando de leerlo, pero el tren retoma su marcha y Ernesto queda triste y vacío. Y ella llena de incertidumbre.

La chica maldice la suerte de haber bajado antes del tren. Y mira en la pantalla de su móvil una foto que había tomado de Ernesto sin que él se diera cuenta.

Él queda dentro del vagón ajeno a todo lo que está pasando, y cae en la cuenta de que donde ha dibujado ese corazón con el NO TE VAYAS, en grande, son los apuntes de su examen importante, y que yacen casi arrugados cerca de sus pies.

Ella ajena a todo, mira por última vez la foto de él y sigue su camino.

En tan solo unos segundos se pueden derrumbar los sueños, dejan de pasar muchas cosas. En tan solo unos segundos, dos personas que estaban destinadas a conocerse y estar juntas, pueden separarse para siempre. Cambiar su futuro. Salirse fuera de los mapas que tenían trazado el camino que les unía para siempre.

Así es la vida. Y así os la cuento yo, por Ernesto y Amanda y los hijos que nunca tendrán.

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Un pensamiento en “Malditos segundos

  1. Querida Susana, preciosa historia ¿real?. Si es así, muy bien relatada.Y si no, gran imaginación la tuya. Un saludo.

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