La solidez de la coalición del Gobierno progresista y los apoyos del PNV y las formaciones de izquierda quedaron demostrados en la comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso para informar de la cumbre extraordinaria de Praga sobre la guerra de Putin en Ucrania y los problemas energéticos de la UE. Por citar tres ejemplos, el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, ridiculizó de un plumazo el discurso pseudosocial del jefe de la ultraderecha, Santiago Abascal, quien tildó a Sánchez de “mayordomo de los oligarcas europeos y de sus recetas contrarias al pueblo”. “Entonces diga –le espetó Echenique– si va a votar a favor de los impuestos a las grandes fortunas. Va a ser que no”, se respondió el de UP. La intervención de Aitor Esteban fue en la misma línea de apoyo al Ejecutivo, hasta el punto de anticipar el respaldo de su partido a “la mayoría de las medidas del Presupuesto para 2023”. Y el dirigente de Mas País, Iñigo Errejón, consideró acertada la política fiscal y social del Ejecutivo y apeló al fiasco fiscal inglés para destacar que “el neoliberalismo está muerto, pero hay que enterrarlo”.

En términos generales, la decisión de Sánchez de pulsar la opinión del Congreso antes del debate de los Presupuestos del Estado, resultó favorable a la causa gubernamental. La portavoz popular, Concepción Gamarra, tiró de argumentario y desgranó los viejos conceptos de “gobierno Frankesteim”, “están arruinando el país”, “han degradado todas las instituciones, incluida TVE”, “sus cuentas no cuadran, sus previsiones son irreales, los fondos europeos no están llegando a las familias y las empresas”. El trazo grueso de Gamarra motivó la frase de Errejón: “La derecha ya no sabe cómo hacer oposición”, y fue rebatido con datos por Sánchez en materia de deuda pública, desempleo, inflación, fiscalidad y políticas sociales. El dirigente socialista respondió al raca-raca del PP sobre la recaudación extraordinaria explicando, una vez más, que el 50% de esos ingresos por IVA y IRPF van a las autonomías y haciendo saber que el 6% de los 35.000 millones de sobrerrecaudación se imputa a inflación y el 13 restante al crecimiento de la economía y la creación de empleo. En cuanto a la deuda, magnificada por Gamarra, Sánchez dijo que “quedará en el 110 del PIB, que es menos del 130% en que la dejó Rajoy”.

A Sánchez le habría gustado escuchar que el PP apoya la subida de las pensiones, pero no pudo ser porque la rechaza como rechazó en su día la vuelta a la revalorización conforme al IPC. También habría querido oír que los conservadores respaldan la bajada del IRPF para los asalariados que ingresan menos de 21.000 euros al año, que son el 50% de los trabajadores, pero nasti de plati. Y asimismo habría querido un cambio de posición de las derechas sobre el impuesto especial a las energéticas y a la banca por sus beneficios extraordinarios, así como a las grandes fortunas (impuesto de patrimonio a partir de 3 millones de euros), pero no pudo ser. Por último, se quedó sin saber si el PP va a apoyar el decreto que permitirá reducir un 40% la factura de la luz a 1,5 millones de hogares de familias humildes. “Ya veremos”, fue la expresión de Gamarra desde el escaño.

Sobre la guerra contra Ucrania, mientras Aitor Esteban se felicitaba de que por fin Alemania deje de suministrar componentes tecnológicos a Rusia, Echenike echaba en falta una apuesta por el alto el fuego y la negociación. Y ambos advertían sobre los oscuros nubarrones en lontananza por el incremento del precio del petróleo. La crisis energética volverá a ser la cuestión central de la cumbre, ya resolutiva de la UE, prevista dentro de dos semanas. Mientras tanto, la evaluación parlamentaria interna de Sánchez permite augurar una tramitación de las cuentas del Estado sin sobresaltos. Y a partir de ahí se entrará en una fase decisiva para determinar si las elecciones generales se adelantarán a las autonómicas y locales de mayo, habida cuenta de que el 1 de julio España preside la UE hasta el 31 de diciembre. Pero esa es otra historia.