Hubo dos gestos de aparente autenticidad en el segundo cara a cara en menos de un mes entre el presidente del Gobierno y el jefe de la Oposición en el Senado. Uno fue cuando Alberto Núñez Feijóo agarró su manojo de folios, caminó hasta el estrado para pronunciar su contrarréplica y enseguida lo entregó al presidente de la Cámara: “Estas son mis propuestas”. El otro fue cuando Pedro Sánchez se puso en plan colega y animó a Feijóo: “Vamos, hombre, diga a las élites que apoya alguna de las medidas de este Gobierno”.

El presidente Sánchez se refería al impuesto extra sobre los grandes beneficios de la banca y las energéticas y al que gravará el patrimonio o las grandes fortunas a partir de tres millones de euros, pero también instó reiteradamente al presidente del PP a pronunciarse sobre la revalorización de las pensiones un 8,5%, la deflactación del IRPF de los salarios inferiores a 21.000 euros anuales, la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la “solución Ibérica” sobre el gas y la electricidad y el impulso a la transición hacia las energías renovables por imperativo –más allá de la guerra de Putin– de la “emergencia climática”.

Por más que el presidente Sánchez pidió a Feijóo que saliera de su indefinición, éste se centró en su discurso, le acusó de hacer “oposición a la oposición”, de no querer a España por pactar con los independentistas y, entre otras cosas, de haber incrementado la deuda pública en 260.000 millones de euros. Con el argumento de la falta de tiempo para responder a las cuestiones que el jefe del Ejecutivo le planteó, Feijóo entregó el fajo de papeles al presidente del Senado y resumió su posición: “Retire usted los Presupuestos porque tienen los pies de barro y son de su Gobierno, no de España”.

El dirigente del PP, que, según dijo, reduciría un 30% el Gobierno y un 50% los altos cargos, picoteó aquí y allá: financiación de la deuda gracias al BCE, congelación de pensiones en 2010 con Zapatero de jefe del Gobierno y Sánchez de diputado, ningún mérito ni medalla por la implantación del Ingreso Mínimo Vital, pues existía desde el siglo pasado en varias autonomías. En resumen, ni una respuesta a si el PP apoyará alguna medida social del Ejecutivo ni contra la escalada de los precios, provocada por la guerra de Putin contra Ucrania. “Abandone su manual de resistencia, el manual de la guerra y adopte el de la administración pública”, recomendó a Sánchez.

El jefe del Ejecutivo le hizo saber que la posición del PP en materia energética y el desprecio hacia los planteamientos defendidos por España y Portugal en Bruselas y ahora adoptados por la Comisión Europea como solución contra la especulación y la carestía energética les deja fuera del gran acuerdo en la UE del que participan gobiernos conservadores y el Partido Popular Europeo. Sánchez fue duro en este punto: “Ustedes estaban haciendo lobby con las eléctricas mientras negociábamos en el Consejo Europeo la solución para España y Portugal y defendíamos una respuesta común a la crisis energética”.

Pero al margen de reiterar que el PP obedece más a los intereses de las grandes eléctricas que a la protección de los ciudadanos, Sánchez pidió a Feijóo que no comulgue con bulos, le aseguró que la reducción de la deuda está siendo un hecho, a pesar de los costes de la pandemia, la guerra y de los 35.000 millones endosados por el “banco malo” y que el déficit de la Seguridad Social se reduce al 0,5% el año entrante al tiempo que la hucha de las pensiones empezará a llenarse por primera vez en la última década con 3.000 millones de euros.

De este segundo debate entre los dos líderes vale sacar la conclusión de que el socialista Sánchez apuesta por reforzar el Estado del Bienestar con una economía más eficiente, nuevas vías de actividad industrial sostenible, empleo estable y equidad fiscal, en tanto que el conservador parece encontrar un problema para cada solución y, como ha ocurrido tantas veces en la historia reciente, prefiere ocultar su programa real.