Pingües beneficios frente a subidas salariales a la espera

28/10/2022

Maite Vázquez del Río.

Estamos en plena época de resultados del tercer trimestre en las empresas, incluidos los bancos, y a primera vista resulta cuan menos paradójico los excelsos beneficios que la mayoría de las compañías están registrando pese a las llamadas catastróficas del presidente de los empresarios, Antonio Garamendi, que se encuentra a un paso de la reelección en la CEOE.

El patrón de los patronos parece estar siguiendo a pies juntillas las consignas políticas del PP en política presupuestaria, fiscal, laboral, impuestos a la banca y energéticas, subida de las pensiones, cuotas de autónomos… Es un no parar para justificar que los salarios perjudicarán la buena marcha de las empresas. Y claro, llegados a este punto rechinan los pingües beneficios que nos están notificando las empresas en sus resultados hasta septiembre con las pírricas victorias de subidas salariales distribuidas a tres o cuatro años vista. Eso en los escasos convenios firmados porque el resto aún está a la espera, a punto de comenzar el mes de noviembre, de saber si habrá subida salarial o no.

Las empresas fundamentan esta espera en la guerra de Ucrania, la incertidumbre económica, la inflación, los elevados costes por los precios energéticos, la subida de tipos de interés… Cada cual que escoge su excusa, que las hay para todos los gustos, porque la realidad, benigna con los beneficios empresariales y cruda para los trabajadores, es que nada de lo que argumentan se nota en la cuenta de resultados de la que están informando a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), salvo contadas excepciones -que siempre las hay-.

Así las cosas, no es de extrañar que las organizaciones sindicales estén calentando motores para movilizar hasta el aire. Este mismo viernes el dirigente ugetista Pepe Álvarez no ha podido más que pedir que los beneficios, algunos récord e históricos, se repartan con los empleados. Y su argumento no dejaba lugar a dudas: «las empresas se están forrando, como hace mucho tiempo que no se forraban en nuestro país».
Lo peor de todo o, mejor dicho, para más mal de males, es que las empresas las mismas excusas que dan a sus trabajadores para no subirles el salario también las utilizan para subir sus productos y servicios. La cuestión es no perder beneficios, aunque ello suponga subir también la inflación. ¿Y quién paga esa subida de la inflación? La respuesta es fácil: los mismos trabajadores a quienes no quieren subir el sueldo.

El resultado de esta espiral de beneficios, inflación, salarios no parece tener un final prometedor. Algunas instituciones, como la AIReF, hablan de que la economía española entrará en recesión técnica, mientras líderes políticos como Alberto Núñez-Feijóo hablan del fracaso total de la política económica.

Como hay que mirar los dos lados de la moneda, frente al fracaso dictaminado por el PP, aparecen los millones de euros destinados a ayudas, subvenciones (tanto a empresas como a ciudadanos), subidas de salarios de los funcionarios, subida de pensiones, impuestos a las grandes fortunas y empresas energéticas y banca, bajadas de IVA… con las que se pretende paliar la lamentable situación que viven muchos colectivos, millones de ciudadanos en vulnerabilidad clara, pobreza… o simplemente que tienen que reducir su gasto en la compra, calefacción, agua caliente, luz y viven con miedo a no poder pagar su hipoteca.

La hemeroteca escrita y sonora nos muestra que, en la crisis de 2008, pese a las promesas de bajar impuestos se subieron impuestos a todos (menos a los de siempre), se recortó en todo lo público (sanidad, educación, copago farmacéutico, desempleo…) y encima se salió al rescate con 60.000 millones de euros de la banca, y además se recortaron derechos… En contraste, los grandes bancos del país han superado los 16.000 millones de beneficios entre enero y septiembre de 2022, mientras siguen negociando con los trabajadores su subida salarial y siguen despidiendo gente (más de 11.000) y cerrando sucursales (ya solo quedan poco más de 18.000 en toda España)

En la crisis de 2008 se dio un golpe casi de muerte a la clase media española. Ahora, en esta nueva crisis, sigue sin levantar cabeza.

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