La cocina clásica como garantía de calidad

08/11/2022

Carmela Díaz.

Los restaurantes de toda la vida, con decoración vintage y un gran servicio de sala poseen un encanto único. Eso es lo que ocurre cuando cruzas el umbral de Mazarino, ubicado en el barrio madrileño de Chamberí desde 1970: que en cuanto lo pisas, sabes que vas a comer bien. Se trata de un bar ambientado con un elegante estilo inglés, situado en la denominada “Costa de los Cardenales”, que forma la recta entre el Paseo de Eduardo Dato y Juan Bravo. El restaurante recibe su nombre, precisamente, del cardenal Julio Mazarino, un personaje histórico que llegó a convertirse en la figura más influyente de la Europa del siglo XVII.

Tras un breve periodo de cierre, Mazarino reabrió sus puertas a comienzos de 2022 manteniendo esa misma esencia que desde la década de los 70 lleva conquistando a un público sin edad, que valora especialmente las cosas bien hechas y un servicio atento. Su propuesta gastronómica se basa en los platos de siempre, bien ejecutados, y en una cocina tradicional que da el protagonismo a los productos de mercado. Su carta se basa en recetas clásicas marcadas por la sencillez, sin pretensiones, pero con una materia prima muy cuidada. Con platos emblemáticos de carne, como el solomillo de vaca a la pimienta o una de las especialidades estrella, el escalope Mazarino; y de pescado, entre los que se encuentran el imprescindible sapito a la bilbaína con panaderas (buenísimo) o la merluza de pincho. Y atención a sus huevos rotos con jamón o chistorra, o los huevos fritos con patatas y carabineros, platos muy demandados que siempre son un acierto.

Entre los entrantes, bocados de toda la vida como la ensaladilla rusa, los torreznos, los callos caseros (muy melosos) que se pueden pedir en media ración, buenos tomates de temporada, las croquetas, el calamar de potera a la andaluza, la tortillita española, la menestra de verduras… Entre las opciones de postres, destacan los crepés al gusto, el hojaldre de manzana o la imperdible crème brûlée.

Uno de los principales valores añadidos de Mazarino es la hora del aperitivo. Es famosos entre los vecinos de la zona de Almagro por las generosas tapas que acompañan a las bebidas, y que nunca se repiten: gildas, boquerones en vinagre, quesos, embutidos, gambas… Ahora también ampliado a la hora de la merienda porque cada media hora pasan bocaditos calientes como alitas de pollo, mini sándwiches, tortilla recién hecha… Otra de sus señas de identidad es la barra, que no dispone de una carta de cócteles, pero que sí los sirven por petición expresa del cliente. Se elabora una coctelería clásica, con tragos como el Dry Martini, Negroni o Sours, pero siempre de forma personalizada. Y más particularidades de este establecimiento que fusiona el clasicismo con la modernidad: cuentan con un servicio de limpiabotas y con un espacio pet-friendly, una delicia.

En Mazarino también se puede disfrutar los miércoles del plato insignia de la capital: el cocido madrileño. Con el mejor producto sobre la mesa, el restaurante prepara un rico cocido siguiendo la receta tradicional y empleando un garbanzo pedrosillano, que se sirve en dos vuelcos: primero la sopa y, después, los garbanzos y la carne. Además, coincidiendo con la llegada del otoño y la bajada de las temperaturas, Mazarino cuenta con una opción de guisos de cuchara en su nuevo menú del día, de modo que de lunes a viernes se podrán degustar lentejas con foie, judiones de la granja o potaje de garbanzos.

En definitiva, un servicio atento y un producto de calidad, son algunas de las claves que definen a Mazarino, un emblemático establecimiento de Chamberí. Y en el que es completamente recomendable acercarse a la hora del aperitivo y de la merienda.

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