
Fotografías de Lucía Valero Merchante.
La fórmula del Rockade, la vuelta a los 80 con máquinas de pinball y con una propuesta gastronómica caracterizada por la fusión, crece. Lo que comenzó en el barrio madrileño de La Latina (calle del Almendro, 9, 618.31.94.02) y en Bilbao (Alameda Rekalde, 11, a pocos pasos del Guggenheim, 623.46.47.44) como una aventura de la familia Marchante ya tiene su tercer local, en pleno Malasaña de Madrid, en la calle Marqués de Santa Ana,11 (699.15.94.46).
La consolidación de Rockade en un mundo tan competitivo como el de la restauración de la noche demuestra que la década de los ochenta tiene algo muy especial. Quizás porque todo era más sencillo, estable, auténtico.
La estética de esa mágica década y su reconocible iconografía han calado hondo en todos los que crecimos durante esa época, y sorprendentemente también ha logrado conectar con los más jóvenes. Series, música, películas, videojuegos, anuncios, productos, marcas, máquinas recreativas, y videoclips que han transcendido a los ochenta marcando a fuego nuestras memorias, pasan de generación en generación como una especie de legado.
La fórmula del éxito parece sencilla: una amplia carta de street food con una selección de los mejores platos de todo el mundo (hamburguesas, tacos, perritos calientes, arepas, y un largo etcétera), pinball clásicas, máquinas Arcade con el endiablado Tetris, una adecuada selección de música, una oferta de una treintena de cervezas (de barril, de botella, de todos los tamaños y medidas), un alto nivel en coctelería y, por supuesto, retransmisiones en directo de los mejores eventos internacionales.
Pero no es tan fácil como parece y muchos bares y restaurantes se han quedado, desgraciadamente, en el camino. Rockade, sin embargo, crece. Ya son tres locales, todos siguiendo un modelo, pero cada uno con su propio estilo.
En el más nuevo, llama la atención que, nada más bajar cuatro escalones (nada que ver con los de la calle del Almendro), aparece la cocina a la vista, con su tablero de precios bien iluminado, para que nadie se llame a engaño. Y la barra como espacio de bienvenida a tan mágico lugar.
La decoración, marca de la casa, con mesas altas y pequeñas sobre alfombras persas y velas, en una propuesta diferente y divertida.
Las máquinas recreativas seducen, como las sirenas a Ulises en la Odisea, incluso al más escéptico en el paseo por el local, cada una con su particular melodía.
Al fondo, la zona de reservados, más pensada para disfrutar en grupo de los menús de Rockade Dance & Food.
Mientras uno se piensa lo que quiere y lo pide en la barra (y lo paga, por supuesto), y espera a que un singular dispositivo le avise de que ya está listo, puede echar una partida, competir con la pareja o el amigo, o encontrar otros fans de la misma máquina.
Como benjamín de las creaciones de los Marchante, el Rockade de Malasaña ha aprendido de sus hermanos mayores hasta el punto de poder competir con ellos.
Así, la carta ofrece 30 cervezas, nacionales y extranjeras, donde destacan un Alhambra Amontillado de medio litro, el Casimiro de trigo, el Franziskaner Naturtrüb o Founders Centenial, sin menospreciar las lager, las IPA, las tostadas o la Budweiser, que nunca falla.
Para comer, otras propuestas que también llevan el sello del modelo Rockade. Una carta sencilla, caracterizada por la fusión, con guiños asiáticos, como caracteriza todo lo que sale de las manos y de la cocina de Dana Butca.
Cuesta elegir: gyozas de setas, puerros y trufa; de morcilla con romescu; los totopos con guacamole; el hot dog italiano; la supersincronizada de gambas al ajillo.
Este cronista y su acompañante optaron por un generosísimo plato de nachos con queso, una vegakebab un tanto escuálida, y un sabroso hot dog danés, regado con una cerveza La Salve Txirene APA muy bien tirada (algo que, desgraciadamente, no suele ser habitual en estos establecimientos).
Lo que más llama la atención del Rockade es cómo padres introducen a sus hijos en el virus de las pinball, y cómo éstos entran en el juego, compiten y hasta salen triunfantes de la prueba, pese a ser novatos en esto.
Porque quien se piense que Rockade es únicamente para nostálgicos de los 80 se equivoca. Hay muy bien ambiente, divertido, muy mezclado en edades y en estilos, como la música que suena.
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