En lo que el Senado registraba el cara a cara (de perro) entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición a cuenta de la proposición de ley para modificar las penas del delito de sedición, según lo acordado por los socialistas y los republicanos catalanes en la mesa de diálogo, el Congreso asistía al desfile de modelos ministeriales defendiendo los Presupuestos de sus departamentos. El debate en el pleno termina el jueves y el Gobierno progresista tiene pocas dudas de que las cuentas del Estado saldrán adelante con una mayoría holgada (entre 180 y 190 votos).

En el Senado hubo bronca. Por ser cámara territorial donde pesan las hectáreas de la España vaciada pareció al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, el escenario adecuado para anunciar una “moción de censura” metafórica contra Pedro Sánchez en las elecciones atonómicas y locales de mayo del año próximo. Según Feijóo, el Gobierno de Pedro Sánchez está grogi (“en estado de shock”), ha esparcido el “barniz de la indignidad” a todas las instituciones del Estado y ha generado un “clima irrespirable”. Ahí es nada. Pero no hay que preocuparse porque para eso está el PP, que ojalá pudiera hacer una moción de censura en el Congreso. Como no puede, Feijóo anunció que se la harán los ciudadanos “en las miles de urnas en los miles de ayuntamientos de España”. Y eso sí: “Tenga garantizado que la próxima vez que nos veamos en el Congreso será en mi debate de investidura”, concluyó.

Los senadores conservadores, excitadísimos con su líder, propiciaron una puja de aplausos a su jefe y de pateos y vociferaciones al contrario, en la que entraron los socialistas, cuyo dirigente destacó el valor de “la convivencia” en Cataluña, que fue uno de los “graves problemas” de las últimas legislaturas. Sánchez, que reprochó una vez más al PP la insumisión constituional por su negativa a renovar el Consejo del Poder Judicial, tuvo que recordar la política errática de su antecesor, Mariano Rajoy, hacia Cataluña que, sin embargo, el PSOE apoyó por respeto a la Constitución y lealtad institucional.

Como se recordará, Feijóo y Sánchez adquirieron el compromiso de renovar el CGPJ antes de diciembre y de modificar la ley de elección de los miembros en un plazo de medio año, pero el dirigente del PP se volvió atrás a raíz de la propuesta de modificación del delito de sedición para equiparar las penas a las de otros países europeos. La reforma supondría, entre otras cosas, la entrega del expresident Puigdemón, protegido en Bélgica, para que respondiera de las causas pendientes ante la justicia española.

Sobre otras penas, las de los violadores, beneficiados por la reducción de penas derivada de la nueva formulación del delito según el principio del “solo si es sí”, el presidente Sánchez criticó el postureo del PP restregándole que salga en defensa de las mujeres al mismo tiempo que gobierna con Vox, una ultraderecha que “banaliza” la violencia machista y “frivoliza” sobre este grave problema. “No les preocupa lo más mínimo los derechos de las mujeres”, replicó a Feijóo.

Al margen del ruido senatorial, el pleno del Congreso seguirá debatiendo enmiendas a los Presupuestos del Estado hasta que el jueves llegue la hora de las votaciones. Hasta el momento se han admitido más de ciento veinte enmiendas (en ponencia y comisión), con los consiguientes cambios de dotación económica –para esto en vez de aquello–, pero Mas País, ERC y EH Bildu mantienen el suspense de si votarán a favor o se abstendrán.

Si los debates presupuestarios no fueran aquí (y en todos los parlamentos) una mecánica contrarreloj y se examinaran a fondo las enmiendas “vivas” tras el tamiz de la ponencia, alguna perla caería. No digo yo que fuera como aquella que pedía dinero para construir un puente en un pueblo que no tenía río y cuando se descubrió, el proponente adujo: “Ustedes hagan el puente que ya pondremos el río”, pero sí como el rechazo del PP a las mejoras ferroviarias en Castilla y León, debido al “no” automático a las enmiendas de la izquierda.