Llamamiento a la acción para una vida con causa

16/12/2022

Miguel Ángel Valero. El primer libro del consejero delegado de DKV impulsa a la lucha contra el cambio climático, pero desde el compromiso de la conservación del bosque.

«¡Plántate. Crisis climática, bosques y salud humana» (Plataforma Editorial, 288 páginas, con prólogo de Félix Finkbeiner e ilustraciones de Sofía Santacreu) es el primer libro de Josep Santacreu, consejero delegado de DKV. De lectura fácil, es sin embargo una obra densa, con muchos mensajes que invitan a una reflexión reposada y, al menos, a una segunda lectura más meditada.

El libro, que debería ser de lectura obligatoria para los negacionistas del cambio climático y para los que abordan con superficialidad y frivolidad el mayor riesgo para la existencia del ser humano y del planeta Tierra, es también un llamamiento a la acción. Pero desde el planteamiento de la cita del obispo español Pere Casaldáliga, que dedicó su vida a los más desfavorecidos en Brasil: «La vida sin causas no tiene sentido» (página 21).

Santacreu aporta muchas otras citas que obligan a pensar. Ésta de E. F. Schumacher: «Lo que es suficiente es bueno. Más de lo suficiente es malo» (página 54). En pocas palabras se retrata uno de los males de la humanidad.

Richard Powers, en su libro «En el clamor de los bosques», define muy bien la aportación de un árbol: «una máquina muy simple que no necesita combustible y que, con muy poco mantenimiento, capta carbono de forma continuada, enriquece el suelo, refresca la tierra y se adapta casi a cualquier espacio. Una tecnología que se copia a sí misma e incluso proporciona comida gratis» (página 61).

El botánico Emilio Blanco aporta otra definición: «un bosque es una comunidad compleja de plantas, animales y otros elementos no vivientes ecológicamente relacionados entre sí, asentados y en armonía con el clima y el suelo» (página 121).

No en vano, Martin Luther King afirma que «si supiera que el mundo se acaba mañana, yo todavía plantaría un árbol» (página 71). Y el filósofo Emanuele Coccia nos recuerda que «hay vida gracias al árbol» (página 78), Y Elton Trueblood afirma que «cuando se plantan árboles bajo los cuales se sabe que no se sentará, se ha empezado a descubrir el significado de la vida» (página 87)

Más citas ‘made in’ Santacreu en la página 63. Una del filósofo Olúfémi Táíwò: «Hay dos caminos para el futuro; reparación climática o colonialismo climático». Otra, de Julio Friedman, que asegura que para resolver la crisis climática «vamos a necesitar una generosidad sin precedentes por parte de los seres humanos».

En la página 64, el autor de «El planeta inhóspito», David Wallace Wells, define el cambio climático como «una catástrofe moral creada por las naciones del norte en el pasado reciente y sufrida por los países del sur», las principales víctimas pese a no haber causado el problema. El fotógrafo brasileño Sebastián Salgado hurga en la herida: «El peor pecado de la humanidad en relación al Amazonas es la falta de honestidad» (página 75).

Hasta aparece Barack Obama (página 90): «Somos la primera generación en sentir el efecto del cambio climático y la última que puede hacer algo por evitarlo«.

Roman Krznaric añade en la página 91: «Ya no basta solo con tratar bien a los que viven con nosotros en el presente, sino también a los que vivirán en el futuro mundo en la Tierra, que serán muchísimos más».

Y Omar Khayyam da en el clavo: «Antes de nuestras vidas, nada le faltaba al mundo, después de nuestra partida nada le faltará» (página 113).

Pero Santacreu pone más deberes. Porque «no se trata solo de plantar, sino también de conservar» (página 92). Y cita a Tom Crowther: «La pérdida de biodiversidad es una amenaza mayor que el cambio climático. Si salvamos el clima, pero perdemos la Naturaleza, va a seguir siendo un planeta inhabitable». Y a Albert Einstein: «Un país que descuida la agricultura se está autodestruyendo» (página 202); «El mundo no será destruido por quienes hacen el mal, sino por los que observan sin hacer nada» (página 209).

El autor de «¡Plántate!» marca el camino de nuevo: «la conservación de buena parte de la biodiversidad de la Tierra depende de la protección de los bosques» (página 118).

«Con el coronavirus, la Naturaleza nos manda un mensaje y nos advierte que no tener cuidado del planeta significa no tener cuidado de nosotros mismos», reflexiona Inger Andersen (página 127). Algo que el consejero delegado de DKV suele repetir en sus activismos de la salud: «No podemos estar sanos en un planeta que enferma» (página 166)

Hay datos que llaman poderosamente la atención y que marcan un camino sin retorno si no lo remediamos: «en los últimos 10 años China ha consumido más acero que EEUU en toda su historia» (página 133).

Santacreu no se queda en el diagnóstico de la enfermedad de la humanidad y del planeta y receta soluciones, como una dieta climática: «elegir productos frescos de temporada. mayoritariamente de origen vegetal y de cercanía», y evitar el desperdicio alimentario (página 198). O la agricultura regenerativa, porque «un suelo regenerado puede captar tanto CO2 como un bosque» (página 202). O calcular la huella de carbono de nuestra actividad (en las páginas 266 y 267, ofrece varias recomendaciones para organizaciones)

Sin olvidar nunca que «el propósito del conocimiento es la acción,  no el conocimiento», como recuerda Aristóteles (página 255). De nuevo, una acción para una vida con causa. Así que planta árboles. Y ayuda a conservarlos.

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