Cuerpo a tierra que vienen los nuestros. Algo así debió pensar un atónito Fernández Mañueco, sorprendido ante el último despropósito de su vicepresidente en el gobierno de Castilla y León, ese paracaidista García Gallardo, anunciando un protocolo de medidas anti aborto, obligatorio para médicos y mujeres. Medidas que ni se corresponde con la realidad ni están en ningún documento de la Junta, ni tampoco en el pacto de investidura entre el PP y Vox.

¿Afán de protagonismo, búsqueda de rentabilidad electoral o, simplemente, deslealtad? Sea como fuere lo cierto es que desde el punto de vista social García Gallardo ha hecho un flaco favor a un fin tan noble como es el derecho a la vida, y en país como España que lleva 35 años con más defunciones que nacimientos y que tiene un gravísimo problema de natalidad.

Y desde el ángulo de la política la boutade del chico de Abascal ha sido, una vez más, una regalo inesperado para Sánchez y su banda de los Frankestein, que no se le hubiera ocurrido ni al más avezado de los estrategas de Moncloa.

Cuando más hundido estaba el sanchismo -el PSOE ya no existe- en las encuestas y más baja es la imagen y la credibilidad del Presidente del Gobierno le ponen en bandeja una polémica ficticia para atacar a Núñez Feijóo y al Partido Popular y para que la opinión pública y la publicada pasen a segundo plano de las conversaciones y la información los escándalos de los violadores excarcelados por la desastrosa ley del “si es si” -ya superan la veintena- y los casi el centenar de agresores sexuales que han visto rebajadas sus condenas. Además de por la supresión del delito de sedición que supone “una desprotección del orden constitucional”, lo dicen los fiscales, y la rebaja del delito de malversación que a provocar la salida de la cárcel de muchos condenados por corrupción, al igual que ocurre con los violadores. Y todo ello obedeciendo las órdenes de los golpistas catalanes que sostienen a la coalición socialpopulista en el Ejecutivo del Estado, como han reconocido desde ERC y la Generalitat.

Pero es que con Vox llueve sobre mojado y no es la primera vez que se convierten en el mejor aliado de Sánchez y su troupe. Recordar que fue Vox quien, absteniéndose en la votación del Congreso, salvó al Gobierno permitiéndole sacar adelante el decreto de los Fondos Europeos, criticado por la mayoría de los grupos parlamentarios por la falta de mecanismos de control y la concentración de poder en la gestión.

Y ha sido también Vox quien ha impedido sacar adelante los presupuestos en el Ayuntamiento y en la Comunidad de Madrid, en año electoral con el consiguiente perjuicio a los ciudadanos por la paralización o retraso de prestaciones sociales e inversiones. Especialmente sangrante el caso de la Comunidad donde la justificación de los voxistas fue la no admisión a trámite de unas enmiendas que ellos habían presentado fuera de plazo. ¿Pretendían, acaso, que Isabel Díaz Ayuso se rebajara al nivel de Pedro Sánchez tergiversando las leyes y las normas en su propio beneficio?

Eso, con la derivada de que por los efectos de nuestra trasnochada y retorcida ley electoral, la división del centroderecha sólo beneficia a Sánchez, quién se ha convertido en el principal animador y agraciado por las ocurrencias del partido de Abascal. Como dice el adagio popular, los extremos se tocan. Y quien pueda ver que vea y quien quiera entender que entienda y saque sus propias conclusiones.