Yoli, Belarra y las mentiras del odio

25/01/2023

José María Triper.

“Hay alguien que aquí se está forrando”. Con estas palabras intentaba la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, intentaba explicar el porqué de la desmesurada subida del precio de la cesta de la compra, responsabilizando a las empresas de alimentación que, en su opinión siguen “engrosando sus beneficios a costa de los salarios y del esfuerzo de los trabajadores.” Ataques y falsedades que su colega Ione Belarra ha personalizado en el presidente ejecutivo y máximo accionista de Mercadona, Juan Roig, y que no sólo denotan una profunda ignorancia del negocio de la distribución y de la realidad empresarial sino también un odio sistémico a los empresarios que, recordemos, son quienes arriesgan su patrimonio para generar riqueza al país y crear puestos de trabajo.

Riqueza y empleo que en el caso concreto de Juan Roig se traducen en una aportación a la economía que supera el 2% del PIB y la generación de más de 80.000 puestos de trabajo. ¿Cuántos empleos han creado Belarra, Montero Garzón y compañía aparte de asegurarse el suyo propio? Y, ¿qué han aportado ellos al conjunto del país aparte de confirma su incompetencia y su soberbia cuyo máximo exponente está en esa aberrante ley del “si es si”, que ha sacado de la cárcel a más de 20 violadores y ha permitido rebajar las penas a 250 delincuentes sexuales? Todo ello con el beneplácito y la complacencia de Pedro Sánchez que es su jefe en el Gobierno.

En lo que tiene razón Yolanda Díaz es en que alguien se está llenando los bolsillos a costa de los trabajadores, pero no son las empresas a las que ella acusa, o al menos no sólo las empresas ni las que más. Porque si hablamos de forrarse, quien realmente se está forrando de verdad aquí y ahora con la inflación es el Gobierno del que ella forma parte, que ha ingresado 33.000 millones más de los presupuestado por recaudación de impuestos, sólo hasta noviembre, a costa del esfuerzo fiscal de todos los españoles que es un 53% por ciento superior a la media de los países de la UE, y también de las empresas que en España sufren una presión fiscal del 32,5% casi 10 puntos por encima del 23,5% de sus competidoras europeas, con datos de la OCDE.

El gobierno en general y cada uno de su miembros, porque ante esta degradación real del estado de bienestar y del nivel de vida de los españoles Sánchez sigue manteniendo su gobierno mastodóntico de 22 ministerios algunos tan innecesarios como la incapacidad demostrada de sus titulares, cuyos salarios totales cuestan a los españoles más de 2 millones de euros anuales, más del doble del millón de euros que costaba el último gobierno de Rajoy.

Un gobierno de coalición socialcomunista cuyo presidente, Pedro Sánchez, cobra 90.010,20 euros brutos al año, en torno a 80.000 euros los ministros, pero en el que el mayor aumento de gasto está en las vicepresidencias. En el primer gobierno del sanchismo la única vicepresidenta, Carmen Calvo, ingresaba 77.991 euros y ahora tenemos tres: Yolanda Díaz, Nadia Calviño y Teresa Ribera, que cobran 84.600,72 euros brutos al año cada una. A ello hay que añadir el coste de 30 secretarías de Estado con un salario de 79.415,16 euros, sin contar los complementos, y un millar de asesores, más de 300 con respecto a los del gobierno de Rajoy, que cuestan 55 millones de euros anuales.

Y se están forrando también Irene Montero y sus chicas del ministerio de Igual-da, incluida esa secretaria de Estado, Ángela Rodríguez, alias Pam, la de los chistes y las risas sobre las rebajas de penas y las excarcelaciones de los violadores, y que tiene un sueldo de 119.566 euros anuales, superior al de su jefa.

Pues sí, señora Díaz, alguien aquí se lo está llevando crudo, pero no son las empresas asfixiadas por el incremento de los costes energéticos, los costes de producción, la subida de las cotizaciones sociales que son un impuesto al empleo y por la voracidad fiscal del Ejecutivo al que usted pertenece. Un gobierno maestro de la propaganda, pero incompetente en la gestión y que como los fariseos del Evangelio critican duramente la paja en el ojo ajeno mientras no ven la viga que llevan en el suyo.

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