Del mundo yupi a la España Real

01/02/2023

José María Triper.

No defraudó el cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo el pasado martes en el Senado. Una confrontación disfrazada de comparecencia del presidente del Gobierno que se convirtió en un debate preelectoral sobre el Estado de la Nación, en el que, como puso de relieve el líder de la oposición, Sánchez volvió a demostrar que entiende la política sólo como un “juego de poder” y no como una herramienta para servir a la sociedad que es como la sienten y la ejercen los auténticos demócratas.

Frente a un aspirante sólido, firme, correcto pero contundente y que puso al descubierto todos los enredos, mentiras, debilidades, desatinos y carencias del gobierno y su gestión, el presidente, al que se notó tocado por la evolución de las encuestas, se refugió en el manido recurso de hacer oposición a la oposición, a resucitar fantasmas del pasado, a dibujar una España que más parecía el mundo de Yupi que el país real y a anunciar una subida del salario mínimo de 80 euros con la que intentó solapar el escándalo de las rebajas de penas y excarcelaciones de los violadores, o sus compromisos no explicados con Marruecos.

Presumió Pedro Sánchez de habar conseguido la mayor creación de empleo de la historia, de tener la tasa de inflación más baja de la Unión Europea, de haber superado sus previsiones de crecimiento de la economía, de estar sorteando la crisis mejor que los países de nuestro entorno y, sobre todo, de impulsar medidas para proteger a la mayoría social de este país.

Y lo hacía sólo un día después de que el Fondo Monetario Internacional revisara a la baja sus previsiones de crecimiento de España a sólo el 1,1%, y apenas una semana después de que el INE confirmara un avance del PIB de sólo un 0,2% entre octubre y diciembre, por segundo trimestre consecutivo. Tasa que en buena ley no es crecimiento sino estancamiento y a lo que se une la ligera subida de la tasa de inflación con el dato anticipado de enero, hasta el 5,8%, con una inflación subyacente superior en casi dos puntos a la general y los precios de los alimentos un 10% por encima. Y digan lo que digan los manuales, una economía con crecimientos en torno al 1% y con una inflación que supera el 5 o 6%, sino técnicamente, si es realmente una economía en recesión.

Mientras que su hablamos del empleo, también la semana pasada conocíamos una Encuesta de Población Activa (EPA) del último trimestre que arrojaba los peores resultados desde 2013 con una pérdida de 82.000 ocupados y 43.800 parados más, lo que viene a confirmar la fuerte desaceleración económica con tendencia a prolongarse al menos durante el primer semestre de 2023. ¿Eso es lo que celebran en Moncloa?

Recesión a la que apuntan también los principales indicadores de actividad que en el caso de la industria continúa afectada por el aumento de los precios energéticos y los problemas de suministros como reflejan los PMI de manufacturas que acumulan seis meses de caída indicando que, como afirma el último Panorama Económico de la CEOE, “el sector estaría sufriendo una contracción”. Informe este que avanza también el deterioro de las expectativas en los servicios, dentro de una evolución bastante sólida, pero afectado negativamente por la persistencia de la inflación y la subida de los tipos de interés “que erosionarán la capacidad de consumo de las familias”, agravada también por el menor dinamismo del mercado laboral.

Unos indicadores en fase de caída a los que se unen una deuda pública que supera el 116,1% del PIB, la cuarta mayor de todos los países de la UE, que lideramos el desempleo de la Unión duplicando la tasa de paro de los veintisiete además de ser el único estado miembro que todavía no ha recuperado el PIB anterior a la pandemia, que nuestras empresas sufren una presión fiscal del 32,5% casi diez puntos por encima del 23,5% de los países de nuestro entorno afectando negativamente a la competitividad de la inversión y de nuestras exportaciones, que el esfuerzo fiscal de los españoles es un 53% por superior a la media de nuestros socios europeos, y que la productividad de la economía española ha caído un 10,5% desde 1995, frente al crecimiento del 4,5% en el conjunto de la UE.

Esta es la España real hoy. Una España que como destaca el último número de The Economist “se recupera de la pandemia, pero los problemas persisten”. Y son crónicos y graves ante la impasibilidad de un presidente y un gobierno que, más preocupado por la propaganda que por la gestión, en lugar de abordar los problemas y buscar las soluciones se dedica a cambiar el nombre de las cosas o a modificar el cómputo de los datos estadísticas.

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