Manicomial

08/02/2023

Luis Díez.

En sus primeros 89 años y diez meses, el ilustre Ramón Tamames Gómez afirma que no se perdonaría a sí mismo si rechazara la oferta de Vox de encabezar la moción de censura para sustituir al maladado Pedro Sánchez y formar el Gobierno que España se merece. Es probable que el catedrático, economista y pensador, que también se ha reunido discretamente con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, vea en la oferta de la ultraderecha una oportunidad extraordinaria de ampliar su biografía política e incluso acaricie la posibilidad de pasar a la historia como el jefe de gobierno más anciano que haya tenido nunca este reino. En esas estaban cuando el propio Sánchez, sorprendido de que un antiguo dirigente comunista vaya a encabezar una moción de censura, se preguntó en el pleno del Congreso si “el Tamames de 2023 va a encarcelar al Tamames de 1973, como hizo Franco”. “Es sorprendente, pero en fin, esta es la política española”.

Al margen de la unidad de destino en lo universal a mayor gloria propagandística de Vox y Tamames, el pleno del Congreso del miércoles registró un salto cualitativo hacia la xenofobia y el racismo cuando el jefe ultra, Santiago Abascal, acusó al socialista Sánchez de patrocinar la inmigración ilegal y, en plena polémica gubernamental sobre la reforma de la ley del “solo si es si”,  afirmó que “el 46% de los 421 agresores sexuales y violadores a los que se ha rebajado la pena son extranjeros”. El jefe vóxido utilizó el crimen de Algeciras (muerte de un sacristán y heridas graves a un sacerdote), no para solicitar medidas de seguridad y mayor agilidad judicial y administrativa en las devoluciones, sino para proclamar “culpable” de la terrible acción de un inmigrante radicalizado al Gobierno progresista. Y sobre todo para lanzar el sucio mensaje que le es propio: “Violan a vuestras hijas, os quitan el trabajo, hay que echarlos”. Es tremendo.

Con independencia de lo que piense el autor de “Estructura económica de España” sobre el discurso faccioso de su patrocinador, el nuevo salto a la fama política del que fuera dirigente del PCE sirvió a Sánchez para preguntar a la portavoz del PP, Concepción Gamarra, si su jefe Feijóo está en la “operación Tamames”. Ésta no contestó, pero con las rebajas de penas a los delincuentes sexuales, los trenes que no caben por lo túneles (error en el proyecto, ya que no han comenzado a fabricarse) y las cuotas erróneas a los autónomos inquirió a Sánchez: “¿Es responsable de los actos de su Gobierno?”, a lo que éste replicó: “Tengo por costumbre dar la cara y cuando hay un problema me empeño en resolverlo”. Gamarra le arreó: “Su prioridad no es proteger a las mujeres, sino a usted mismo; es su soberbia la que le impide ser feminista”, y Sánchez le replicó: “Si son feministas, retiren el recurso contra la ley del aborto”. Ahí acabó el asunto.

Puesto que los textos de las preguntas al presidente son tan genéricos que permiten al interpelante salir por donde menos se espera, Sánchez supuso que el portavoz de ERC, Gabriel Rufián se refería a la “ley mordaza” (en fase de enmienda) con su cuestión sobre el “modelo policial”, pero no, de lo que quería hablar era de un policía infiltrado en grupos de ocupas y asociaciones vecinales que, al parecer, mantuvo relaciones con mujeres que después, al saber que era policía, han formulado cinco querellas por “delitos sexuales”. “Si quiere infiltrar policías en una organización criminal –espetó Rufián a Sánchez–, le doy ideas: PP, Fundación Franco o Zarzuela”. En resumen: manicomial.

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